Triage

La sala es grande, pero hay tantas personas que se ve pequeña, justa, estrecha, nadie que no lo necesite está aquí, nadie viene aquí a pasar el rato, del otro lado hay pequeñas oficinas, cubículos separados por drywall donde 4 o 5 médicos cansados y mal pagados están frente a un computador, uno lento, con una pantalla a la que le falta brillo, no cuida sus ojos y lo cansa casi tanto como su labor… para poder llegar a ellos hay uno más, un filtro previo, una técnica inhumana como todo lo que venga de la guerra fuera de la guerra, un médico que se encarga solo de valorar las dolencias y los pacientes. 

En la guerra era necesario, había pocos medicamentos, gente muriendo, a los soldados se trataba de salvarles primero la vida a costo de la vida misma, un herido grave con pocas probabilidades de sobrevivir, pero no nulas, se dejaba morir para atender a los otros, se reservaba la anestesia para los casos más graves, miembros que podían salvarse con trabajos dedicados y dosis de medicamentos que escaseaban se amputaban. En la guerra era salvaje, aquí era inhumano. Pero necesario, los borrachos buscaban incapacidades para sus guayabos, los malos estudiantes prórrogas para sus exámenes… no quedó otra opción más que deshacerse de la humanidad.

En la sala hay enfermos leves, personas que no soportan un dolor de cabeza, también hay los que tienen esas migrañas que los dejan ciegos, les inducen nauseas… esos que son torturados en vida por culpa de vegetales alterados, estaban los accidentados, una cortada, un golpe, una caída, un vibrador o una botella atorados…

Todos ellos aguardan, luego estoy yo, esperando mi turno será largo, nada me duele, me siento bien pero no lo estoy, y tendré que convencer de eso a los dos médicos que tengan que verme, tendré que fingir alguna dolencia, saco el celular y busco los síntomas, etapas iniciales, molestias, descripciones y videos, debe hacer un buen trabajo necesito que me crean.

Tengo una bolsa caliente adaptada al abrigo de cuero que llevo puesto, y gracias a la gente que hay en la sala la sudoración no será un problema, debo alcanzar los 38 grados en temperatura corporal, con es mismo efecto bebo un té caliente, para asegurarme que mi boca también lo esté al momento de usar el termómetro, conozco bien el oficio, fui durante muchos años en la escuela de teatro paciente falso, era bueno además, aunque no nunca tuve un papel tan grande, con tantos síntomas difíciles de simular, aún así conozco los trucos, y hoy necesito que todos resulten.

El malestar no es suficiente, debe trascender, debe ser más evidente que algo no está bien, si hay algo peor que vivir del arte, es enfermarse cuando se vive del arte, así que necesito que la medicina pública diagnostique la enfermedad que sé que tengo para que mande los exámenes y puedan atenderme a tiempo, para que cubra los medicamentos y las cirugías, para que pague las hospitalizaciones, solo tengo una oportunidad para convencerlos de que necesito los exámenes, si fallo escribirán en la historia médica que el paciente cree tener, hipocondríaco o alguna cosa por el estilo y mi suerte estará sellada, nadie me creerá hasta que sea muy tarde.

No puedo decirles la verdad, no me creerían que Andrea ha soñado durante cuatro días con un círculo negro que me quema las entrañas, nadie aceptaría como evidencia el hecho de que desde que ella tiene 7 años ha soñados con todas las enfermedades de las personas que conoce, pulmones colapsados, hígados grasos, corazones entumecidos, sería más fácil si me creyeran, tendría más esperanza de vida si pudieran creer mi truco o confiar en la palabra de ella. Pero allá donde le creen no hay hospital, ni consultorio, solo un puesto de salud itinerante donde reciben las excursiones médicas y que tiene alguna utilidad gracias a que para su visita semestral todos los pacientes cuenten ya con su diagnóstico, el que ella les da, pero para ellos su don no es ciencia, y por eso mi vida no está en riesgo.

No van a tomar en cuenta mi palabra ni los sueños de Andrea, odian a los curanderos y más si son mujeres, y con mi pasado actoral, de estafador no me bajarían, así que no tengo más remedio que hacer que funcione… Múnera llaman de recepción, me levanto nervioso, camino al mostrador, se me nubla la vista y caigo con un dolor punzante en las entrañas, sudo un poco, llaman la camilla… quizá ya sea tarde.

Propósito

No tengo abuelos, parece extraña la afirmación, todo quien tiene un padre tiene abuelos, aunque esté muerto, siempre y cuando no sean ellos los que te hayan criado. Mi infancia no fue parecida a la de mis primos, soy el mayor de todos los hijos de los hijos de los viejos, ellos me criaron, y por ende me tratan a veces como un hijo más, con esa frialdad tosca de su generación, mientras que todos los demás disfrutan de ese cariño alcahueta que da quien malcría y no quien cría.

Cada año, mejor cada final de año nos reunimos en su apartamento, es atípico, los apartamentos actuales son pequeños, diminutos, el de ellos esa una casona en una torre vieja como ellos, queda en el centro de la ciudad y aunque afuera en la ciudad hay ruido, alegría y fiesta, adentro los vidrios anti ruidos lo opacan todo, por eso adentro solo hay silencio, para mí fue siempre así un lugar de orden y sacrificio las risas llegaron con esos otros hijos tardíos de sus hijos, esos que los cogieron jubilados… muy bien jubilados. A lo lejos las luces estallan adentro las risas de ellos.

Esa escena tan amena es una tortura porque para los nietos todo es fiesta, pero para los hijos es una rendición de cuenta, hora de pagar el tributo de la realización y de recibir el abrazo orgulloso, ese símbolo de la deuda moral saldada, ese al igual que sus mimos y consentimientos alcahuetas solo lo he visto a la distancia, los aplausos siempre se los llevan las mujeres, algunas tías me cuentan que mi mamá era siempre la favorita, hasta hace 28 años, sí, los mismos que yo tengo, hoy ella tendría 45, quizá es eso, que mi existencia les recuerda que su mayor alegría era humana tenía deseos también de esos que no se cuentan y no pudo resistirse a su profesor de filosofía, quizá es el hecho de que mi nacimiento acabó con su vida, literalmente, mi papá no tuvo forma ni ganas de enfrentarlo y desapareció de la sala de partos, fueron ellos los que a pesar de haberla echado de casa meses antes tuvieron que ir por mí, y entrar a reconocer a su hija en una bandeja fría.

Mi infancia, no, mejor mi vida, no ha sido digna, nací en deuda, por desgracia e, bicho de la literatura vino conmigo y ese horrible gesto de leer parece que les recuerda a ese hombre desgonzado y débil, nunca lo he visto, no conozco sus fotos pero siempre se refirieron así a mi padre, como un remedo de hombre, delgado, cara triste, cabello desordenado y barba desalineada, no tengo aprecio por él, así que no me molesta que hablaran mal de él, pero no lo conozco ni me educó, y por eso odio que me digan que soy su viva imagen, no solo les recuerdo a su hija muerta, a sus ojos soy también el hombre que causó su muerte, lo cual es difícil porque eso también es cierto.

La abuela saca un pergamino especial, cada año lo trae de Jerusalén, quiere que escribamos los propósitos, a los que más los defraudamos nos entrega un pedazo de papel y una notita al pie, “una sugerencia amorosa” increíble que pasados tantos años sigan tratando de convertirnos en sus modelitos.

Recibo el papel lo leo: 1) estudia, 2) abandona la lectura inútil, mi abuelo fue ingeniero en los 20 en la década del 70, si un hombre ahora cree que la literatura y la filosofía son estúpidas e innecesarias, para un hombre de su época es lo mismo que un porro, 3) deja las drogas Ja me equivoco pero que las droga 4) Cásate, esta es nueva, ahora según se ve, creen que una mujer podría obligarme a abandonar las letras 5) Motílate y peínate , esta si es una vieja conocida, aunque me gusta mucho ver como ha perdido en el ranking de los 15 a los 19 siempre fue la prioridad. Dejo de leer y arrugo el papelito, escribo mis propósitos:

1) No volver la siguiente navidad (esta también es una vieja recurrente, pero ya terminé la u y ya no los necesito)
2) Cortar comunicación con ellos (este es nuevo, lo pensé mucho, no puedo avanzar si ellos siguen juzgando cada paso)
3) Cuidar más de mí (Esta está de moda, es una frase vacía, pero me gusta, quiero lo que mis pri-sobrinos sí han tenido, cuidado)
4) Un trío… soy hombre algo malo tengo.

No escribo más deseos, ahora debemos ponerlos en un tallo de galletas, lo echo deseando que alguien lo lea, que pueda ver uno o dos deseos, es nuestra última medianoche de fin de año junta, y ellos no lo saben, pero quisiera que lo supieran.

Nadie los ve, el papel arde, los niños ríen con sus colores, la mirada de mi abuelo ya no duele, pero incomoda, sigue siendo afilada, sigue juzgando, salud le digo estirando una cerveza, quiero que sepa que sé que me mira con desprecio; aparta la mirada y toma una copa de vino.

Bebo un trago largo, me pierdo en el naranja y el rojo, en el humo, feliz año pienso y sonrío.

Presentes

Jorge se mueve con fluidez entre la gente, no corre de manera agitada, no parece si quiera que esté corriendo, su cabello no se agita, no se revuelve, algo que sería extraño en cualquier otro ser humano, en él es usual, siempre se ve en control, siempre. No empuja ni apresura nadie, esquiva, se adelanta a los hechos y avanza con una facilidad aterradora, yo estoy atrás atrapado en tráfico humano, en este caos indescifrable de compras de último minuto, de centros comerciales atestados de gente, cuánto lo envidio… no solo por moverse más rápido que yo, sino por esa puta costumbre de adelantarse a todo. Un puto enfermo que no puede solo estar aquí y ahora.

La gente me choca y yo les devuelvo el cariño, después de todo soy grande, pesar 120 kilos y medir 1.85 me permite salir sin dolores, no tumbo a nadie, no molesto a nadie, pero a esos que no tropiezan, a eso que tienen afán y que intentan incomodarme, a esos no trato de evadirlos, los busco y los atropello, con fuerza, que reboten, que entiendan que su prisa no es una razón para incomodar al mundo, odio a los egocéntricos, a los impertinentes y los desconsiderados, a todo el que no piensa en el otro, a todos ellos, quiero llevármelos por delante. Evitarlo me dotaría de nobleza, soy capaz de forzarlos, intento no hacerlo, pero estoy cansado de verlos, de permitirles creer que tienen el control y el poder, Jorge es sutil, los esquiva, no se inmuta, fui como el mucho tiempo, pero ya soy incapaz de hacerlo, quizá él siga mis pasos, quizá yo los suyos, pero por ahora no quiero evadirlos, quiero mandarlos a la puta lona donde deberían estar.

Necesito 3 presentes, el centro comercial parece decidido a retrasarme, a negármelos, pero es mi culpa, sé que es mi culpa, soy terco, no aprendo las lecciones, los perfume no combinan conmigo, mi cuerpo no los absorbe bien, pero me gustan, los perfumes tienen cierta magia, crean ambientes, imágenes, hay elevadores que quedan impregnados de aromas e imagino a las personas que los usan, quiero ser esa imagen en la mente de alguien, así que demoro más de lo debido y la hora pico llega antes de terminar las compras, Jorge las tiene listas desde la última semana de noviembre, tiene gusto, mucho gusto, sus regalos nunca dependen de las ofertas de temporada, no son costosos pero son exquisitos, serenos como él, saberlo me recuerda que soy un desastre… quizá el siga mis pasos, quizá yo los de él. Por ahora lo veo escabullirse y llevarme a los almacenes que le gustan. Son comunes, casi invisibles, en ellos no hay filas ni aglomeraciones, el gusto, el buen gusto es así, difícil de encontrar para quienes no reconocemos las señales, son económicos por fortuna, y estando allí no hay pierde.

Encuentro con facilidad lo que necesito, me abruma saber que hay un mundo que no puedo ver, secretos frente a mis narices, quizá él deje de ver el mundo con esos ojos, quizá yo aprenda a ver el mundo como él lo hace, quizá pueda ignorar a aquellos que me roban la paz, la tranquilidad, pero eso implicaría dejarlos ser, y no quiero, necesito darles algo que los despierte, un regalo que les abra los ojos, un derechazo a la quijada…

Él se rie, presiento que sabe lo que pienso, no lo hace, pero pasa con todos los que aprenden a fluir en el mundo, no con el mundo, no mezclan, son como un velero, encuentran las corrientes que los benefician, leen el viento y el mar, saben cómo cruzarlo para aprovecharlo y alejarse de la vida turbia, de las tormentas, están meciéndose en la cresta de la ola, y encuentran en las estrellas, en su instinto ese norte que los lleva siempre a buen puerto.

Yo en cambio me siento como un carguero, pequeño, fuerte y capaz de arrastrar a estos hijos de puta lejos de la orilla. Sí quizá aprenda a ver ese mundo que ve Jorge, mientras tanto a los hijos de puta tengo muchos presentes para darles.

Interrupciones

La vida pasa entre peque

re pequeños momentos casi imperceptibles, se abre paso como una gotera entre los horarios y las responsabilidades, agrieta la cotidianidad y reclama un espacio para ella, porque la vida pasa incluso cuando uno no está preparado.

Alberto era consciente de eso, le gustaba pensar que lo era, que era consciente de todo, incluso de que, en su control, en su inmenso poder, el azar lo gobernaba todo, era controlador aéreo por sus manos pasaban cada día entre 50 y 100 vuelos al día, cada uno con capacidad mínima para 100 personas, e incluso con ese inmenso poder, con tantas vidas entre sus manos sabía lo insignificante que era, lo minúscula de su existencia.

Sentirse diminuto era la forma como había encontrado para manejar el estrés que puede ocasionar su profesión, y para recordárselo sobre el tablero de control en la torre de operaciones habían hecho pintar un mural de constelaciones, un cúmulo de estrellas, para los demás controladores incluso para él al comienzo era solo un recordatorio de los primeros instrumentos de control, inspiración si se quiere ver de esa manera, pero mientras lo pintaban se había acercado a uno de los artistas y le había preguntado al verlo perdido en su obra -¿todo bien maestro?, ¿todo en orden?

-Me abruma

-Lo abruma, le preguntó Alberto

-Sí, es inmenso, me gusta un poco la astronomía y entre más aprendo, más me inquieta, es un poco como leer a Love Craft a sus dioses antiguos a Cthulhu, es enloquecer un poco ¿no cree?, en esta pequeña representación, en esta diminuta fracción del espacio que estamos pintando, la tierra no es más grande que esta moneda, le dijo, y en esta moneda estamos todos nosotros, los aviones que usted dirige, las pirámides, la gran muralla china y para el universo, nada de eso importa, por eso me abruma me entiende, sé que soy insignificante, pero al ver esta pintura es mucho peor, confirmo siempre que veo imágenes así que al universo le soy indiferente, bueno le somos, y disculpe la franqueza, pero ni usted ni yo le importamos algo al mundo.

Desde ese día, el estrés de su trabajo había disminuido, pero también su interés y su tolerancia a los idiotas, por eso de vez en cuando abría un su canal de comunicaciones e invadía la frecuencia de los audífonos Bluethooth y les recordaba por un par de segundos a los cerdos engreídos que su vida podía terminar en un segundo…

May day, may day, torre de control a 9351, vuela muy bajo, desaparece del radar, may day may day, reporte su problema a torre de control…

Nunca estuvo presente para ver las caras pálidas durante los breves segundos en que su canal de comunicación les llegaba como un balde de agua fría a interrumpirles su día y su vida con un mensaje claro… no sos nada, recordándoles que la vida pasa incluso cuando ellos no quieren.

Delicadezas

—Detesto los miércoles, son días de terapia, el nuevo sicólogo es un snob pretensioso, un don nadie con ínfulas de poderoso, es política de la firma y no tengo palabra sobre la decisión, debo ir, debe ser real, no solo sonar real, ellos tienen accesos a toda mi historia, así que saben bien que botones apretar, tampoco tengo forma de evadirlo si quisiera.

Estoy dolorido, cansado, tengo miedo, el síndrome del impostor, nada especial, pero además temo estar envejeciendo y cada vez es más evidente, no es una crisis ridícula, no me estoy vistiendo diferente, ni más a la moda, no quiero un deportivo rojo ni una escapada a Europa, pero la confianza ha disminuido, no tengo claro si aún está vigente mi visión del mundo.

Todo iba a bien hasta hace un par de semanas, tuve un ataque de pánico y por primera vez no llegué a una reunión, un cliente importante, una condena importante, sabía que no debía salir y salí, perdí el foco, el paso del tiempo, la audiencia…

Y eso me tiene frente a este cretino, hablándole de cosas de las que, para ser sincero, aún no tengo claras. No lo digo todo, solo lo suficiente, tengo miedo, ataques de pánico, no quiero dejar de ser yo.

Su discurso comienza —Cualquiera lo sabe, si de verdad se quiere comprender la dimensión de algo, el bocado debe ser pequeño, un trozo basta, mucho, abrumaría las papilas gustativas, desbordarían la atención, por eso es necesario el control, no morder más de que lo se puede tragar.

Lo que no te dicen es que es así para todo, que excede a la cocina, y que de la misma manera en que de niño te llenaban la boca de papillas y purés, la vida lo hace de mierda, de decepciones y golpes bajos… en la cocina aprendes por elección, tienes que interiorizar esos sabores para buscar nuevas oportunidades, para comprender sus matices; en la vida no te da más opción, no hay menú a diseñar, ni otro plato para degustar, la vida simplemente te lo sirve y a veces tiene el olor y la textura que te ofrece, otras lo dosifica como brujería homeopática y te llena de pequeños momentos de mierda, pequeños pero poderosos que terminan por arruinarte el gusto.

Por eso lo más importante en la vida es saber catar, primero un bocado lento, saber ir despacio, analizar las cosas, ya deberías de saberlo, y también tener presente que no se trata de ti, nada hay de especial en ti querido, —Dice eso con un acento argentino que me molesta, un dejo memorizado y no aprendido, sé que vivió en Argentina, pero no lo suficiente para que haya sido algo que se quedara, no es involuntario, por el contrario, es su propio deseo de conservarlo.

Detesto su condescendencia, su falsa empatía, su amor por el dinero, siempre he odiado eso, la gente que habla con tanta seguridad de todo me genera aversión, maquinitas programas sin miedos, autómatas lógicos, incapaces de pensar en posibilidades fuera de las acordadas, cuando están oprimidos me dan pena, pero cuando en puesto de poder los aborrezco, personas llenas de oportunidades pero incapaces de cuestionar, de cuestionarse, tan planos y racionales, tan muertos por dentro.

Nota que me he distraído, ha leído el expediente, revisa sus notas, refuerza su postura, me mira a los ojos y busca afirmación, asiente, intenta inducir el movimiento en mí, quiere de nuevo el control, sabe que no lo tiene —Debo pensarlo, le digo porque quiero que sepa que lo escucho, pero también que lo rechazo, no es fácil, agrego, ya sé que el universo no conspira ni a favor ni en contra de nadie, que no sabe de mí, mi problema no es que me crea especial, ya se lo he dicho, tampoco que sea malo o que me sienta obsoleto, es solo que algo cambió, el mundo no es ya el mismo, los ingredientes son ligeramente distintos si quiere llevarlo a la cocina, ya no hay normal, solo marina rosada del himalaya, no me va a superar tampoco, solo tengo probar y entender cuanto es una pizca con ella.

Asiente pero tiene rabia, —Eso, dice y dejar de beber agrega, también tomarse estas pastillas y 1 sesión más cada semana por 3 meses.

Asiento, pero estoy agobiado, ahora serán dos días los que odie a la semana, y él y yo estaremos frente a frente en juego de ajedrez plago de delicadezas.

Cauchito

Los mejores apodos tienen historias, esta es la mía pero para entenderla habría que contar un poco más, algo así:

Ese día mientras que almuerzo frente a mí se encuentran dos personas, las conozco, somos compañeros de trabajo y amigos, hablamos de algo, un almuerzo cotidiano, sin tensiones, y de repente sus ojos se abren, las caras cambian, los rasgos se tensan y sus cuerpo se mueven un poco hacia adelante, no sabría bien expresar lo que me dicen sus gestos, es obvio que pasa algo, hay angustia, su rostro no dice, GRITA que algo ocurre, el momento pasa rápido, y por eso las palabras no se articulan, de repente el suelo sobre el que estamos se estremece, hay sonidos de platos y vasos golpeando el suelo, platos finos y pesados, vasos robustos… nada se quiebra, son golpes secos y sonoros.

Me cubro la cabeza, tengo miedo, aunque el sonido es distante, pero al instinto, la razón le habla en otro idioma. Imagino que lo que ellos ven es parecido a lo que yo veo pero diferente, mis ojos nerviosos entrecerrándose, mis manos que intentan convertirse en un escudo se cierran sobre mi cabeza, la boca torcida, patética, una imagen patética si se tiene en cuenta que mido 1.90 y peso 110 kilos no debería temer a los golpes, incluso si son inesperados.

A mi espalda dos meseros han tropezado, sus piernas han olvidado la sincronía y el espacio cerrado los ha puesto en una situación impensable; generalmente los restaurantes delimitan zonas, territorios, y como todo territorio el conflicto suele darse en las fronteras, en esos espacios donde la silla de la mesa 8 está muy cerca de la mesa 9, los meseros son recelosos con sus espacios, un solo tropezón puede costarles todas sus propinas, y arruinar su noche y dependiendo de lo que lleve en sus manos o su bandeja quizá todo su mes…

Por alguna razón la idea de cuanto dice un rostro, de que tanto narra… pienso en las veces que la cara me ha arruinado la mentira, los momentos donde el cerebro de alguien que me mira a los ojos dice: no es cierto, no se cree, no le caigo bien, sí me rompiste el corazón…

Los gestos, la gestualidad marca, un buen orgasmo, una buena noche, una decepción… todo se graba por medio de ellos.

Pasan las horas y la idea me abandona, estamos en una reunión, estoy inquieto, no tenemos todo lo que el cliente espera ver, estamos tratando de solucionarlo en caliente, como si fuéramos una puta cocina y no un estudio de arquitectos, cuando eso ocurre pierdo la capacidad de estar tranquilo, el cuerpo se mueve solo, y en medio de esa ansiedad voraz meto la mano al jean, siento las gomas de los frenos y pienso que mientras que los demás terminan esta horrible presentación debo ponérmelos antes de que terminen, engancho el canino izquierdo inferior con el incisivo superior izquierdo, uno más y todo está listo, lo tomo lo engancho en el canino derecho inferior y cuando lo estiro se suelta y sale volando, veo el rostro de todos, se descomponen, el caucho vuela, los rostros tienen una mirada de compasión premonitoria, una vergüenza entretejiéndose, una burla lastimera que me acompañará toda la vida, el caucho sigue volando y golpea al cliente justo en el ojo, su rostro desconcertado y asqueado congela el tiempo.

-Ojalá se haya cepillado cauchito, dice… el sobrenombre nunca va a olvidarse, todos contarán una historia divertida al llegar casa y yo, una humillante.

Cuentas pendientes

Mientras que espera fuma, Cristofer, siempre ha fumado, pero nunca con tanta intensidad, da una calada, luego otra, y otra, la ceniza se acumula sin romperse, es frenético, pero delicado, mira el celular, mira de nuevo, solo silencio.

Eso de esperar nunca ha sido lo suyo, apaga la colilla, y se levanta nervioso de la mesa, camina de un lado a otro, no puede quedarse quieto, se rasca la palama de la mano, la cabeza, solo cuando fuma tiene algo de control, el humo lo calma, como a las abejas.

La espera se alarga, pide una cerveza la mira como quien busca respuestas, la toma como quien encuentra una gota esperanza, fuma y toma, sus cuerdas vocales se calientan y se enfrían, eso parece ponerlo en un trance, similar a poner un tiburón panza arriba. Olvida, olvida que espera y su semblante cambia.

Ahora observa, ve a la gente pasar apurada, el sol como un reflector sobre ellos, tienen prisa, y caminan sin notar que hace un buen día, el primer día soleado en semanas pero ellos están corriendo, hacia algún lugar, no lo disfrutan ni lo aprecian, en su rostro incluso se ve el desagrado, no los culpa caminar con el sol encima es molesto, por suerte el tiene su cerveza, pide otra, saca otro cigarro, comienza a perderse en la cotidianidad ajena, a pasear a sus perros con ellos, a imaginar sus conversaciones, a adivinar sus emociones.

Se ve Jovial, ya nada lo inquieta, la mala memoria es felicidad, continúa tomando y fumando, de a pocos hace chistes, brinda con otras mesas, se entrega al momento, y olvida, olvida para que es la plata que tiene en los bolsillos, olvida a quienes espera, y el peligro que representan, olvida que la plata debe estar completa, que no hay más oportunidades, que ya no va a haber más plazos. Él brinda, brinda por la vida, porque a pesar de todo, ha sido buena con él, por sus amigos, aunque está solo, por su familia, aunque se ha alejado de ella, brinda porque cada brindis lo ata a su estado de paz, a su presente eterno, y lo aleja de ese otro presente incierto y eso lo lleva al miedo.

El alcohol no le de valor, pero le quita el miedo, y eso basta, toma, brinda, fuma, ha pasado una hora y ya no le queda un solo pensamiento sobre sus acreedores, ni sobre el pago que debe realizar, ahora le importa es que tiene los bolsillos llenos y la botella vacía, pide y el licor llega. Se levanta y va al baño esquiva el espejo, cuando bebe el espejo le habla, le recrimina, no quiere eso, nada que lo altere, sale sin lavarse las manos, enciende otro cigarro y cuando está por llegar se da cuenta; su mesa no está sola, lo esperan.

—Muchachos, concédanme un último deseo, tómense alguito —Les dice conciliador y coherente, la sobriedad le llegó de golpe, como un shot de tertulia. Se sienta, y comienza a hablar —Seamos razonables, y sensatos, ya sé que voy a morirme, no tienen nadie a quien cobrarle después de a mí, y aún tengo casi la suma que les debo, pero igual van a matarme, así que bebamos hasta alcanzar la mitad, y luego hagan lo que tengan que hacer, piénselo bien, ustedes van a cumplir con su trabajo, a recuperar parte del dinero, y además podrían mientras tanto escapar de ese sol horrible, acá en la sombra, con un par de cervezas, no les parece que una buena idea, véanlo como un último deseo de un condenado a muerte, no van a negarle su último desee a un desahuciado, eso no sería muy cristiano de su parte.

Brindemos, por mi hasta hoy buena salud, por ustedes, no, no es broma, no me mire feo, salud por ustedes, los sensatos, los, el dolor en la quijada le impide seguir hablando, el puñetazo lo deja inconsciente.

Se despierta en un sitio oscuro, amarrado y con cinta en la boca.

—Lo que me debés no es tan poco como pa que lo pagués tan barato, matarte no me da nada, con vos es como con los carros, toca desguazarte.

Mira a su alrededor y ve los recipientes llenos de hielo. Debí pedir Whiskey piensa.

Fantasmas

El peso de su silueta en la cama aún no se borra, tampoco su aroma, y eso la hace estar presente, no sabía aunque ya lo había leído que la ausencia era también una forma de estar, eso es lo más desesperante, el recuerdo, el recuerdo hace sentir que la ausencia es solo momentánea, aunque en realidad sea frecuente. El hecho de poder recordarla presente, es devastador, sería diferente si no estuvieras disponible, al alcance de una llamada, porque aunque dispuesta, tu ausencia me sigue acechando cuando doblo la esquina, cuando me levanto a media noche, cuando en un cielo arrebolado a las cuatro de la tarde te imagino con tus botas sobre el borde de tu balcón, con tu copa de vino en la mano, con tu embriagada mirada… tranquila, impasible.

Intento convencerme de que no, no me haces tanta falta, pero fracaso, mientras cocino recuerdo sus nalgas sobre la barra, mientras me baño, la dolorosa temperatura a la que le gusta el agua, no entiendo como una piel tan delicada donde mis dientes y mis labios dejan tan fácil huella puede seguir intacta en esa ducha de agua hirviendo, a esa temperatura mi abuela desplumaba gallinas, y sin embargo ella sale sonriente de la ducha abrazada por una cortina de vapor; he visto saunas menos cálidos…

No está mal que eso pase, no está mal que la recuerde, ni que sea en cualquier momento o a cualquier hora, lo difícil es saber que está tan cerquita que odio un poco su ausencia, ya sé, ya sé, hay obligaciones y vida que vivir, pero que difícil es, sobretodo en las madrugadas de sábado, salir de su cama, y llegar a la mía que no huele a vos, ni a tu sudor, ni a tus orgasmos, ni a tus cremas inodoras, que, aunque en etiqueta digan que no, a mí me huelen.

Cuando llego a casa entiendo mejor a tu perro, tan desterrado de su comodidad, extrañando la atención, el roce, la caricia… no te conté, a veces no entiendo porque no le cuento las cosas tontas en las que pienso, pero son muchas y frecuentes, la próxima ves  que la vea voy a hacerlo, voy a decirle que hay más probabilidades en el mundo de ser una consciencia flotante que imagina el universo, a que este de verdad exista, y que ese cerebro accidental es un genio porque logró darle forma a sus labios gruesos, a su tetas grandes y redondas, a sus nalgas y a ese sexo ardiente con el que hace que pierda cualquier estribo. Ese cerebro merece una medalla, me gustaría dársela, agradecerle, porque imaginarla así como es, es toda un proeza.

Este tipo de estupideces pienso, sin razón alguna, ahora mismo yo escribo mientras ella duerme, plácidamente cogida, un poco fumada, y despertará sin saber que he pasado el día queriendo agradecer a un cerebro flotante por entretenerse pensándome pensándola.

Pensándolo mejor, tanto ese cerebro como ella son lo mismo, fantasmas que rondan mi distraído consciente que lo embelesan y lo llevan a divagar, su ausencia, su presencia ambas constantes en mí y ausentes la una en presencia de la otra, no hacen más que brindarme una solución posible, la misma existencia no es más que un eco de lo que queremos ser y de lo que fuimos, todos somos fantasmas, anhelándolos cuando no estamos frente al otro.

Le doy una fuerte calada a la pipa, el aroma a picadura de tabaco desprende una nube pesada, fantasmas, repito mientras extiendo mis dedos al humo.

Impertinentes

Los hay de todos los tipos, colores y tamaños, vienen en ambos sexos, una particularidad los une a todos, no ven más allá de sus narices, hay impertinentes graciosos, y podemos encontrarlos más en edades tempranas o tardías, es un lujo de los niños y los viejos no seguir las normas sociales, de orinarse o cagarse sin público sin ser reprendidos, siempre y cuando no estén acompañados de un impertinente adulto. Esos son en mi opinión los peores.

La mayoría de impertinentes son narcisistas, no dudan de sí mismos, nunca, y no, no es exceso de confianza ni seguridad, quien no duda de sí mismo, es simplemente porque carece de visión, hasta los felinos avanzan precavidos, solo el humano es tan estúpido que piensa que su opinión, visión e intuición es lo único que necesita para determinar la viabilidad de una acción.

Como podrán imaginarse están en todas las clases sociales, y en las más altas ocurre algo curioso, pero suelen estar con mayor frecuencia en la tercera generación de descendientes de quienes amasan la fortuna, pareciera que la visión se acorta a medida que el lujo se acerca.

Quizá para algunos haya sido una obviedad, pero son hechos y hay que mencionarlos, en general el impertinente es un miope social, un analfabeto, no habla el idioma común, no entiende los símbolos de lo sagrado, no distingue el dolor de la incomodidad, en su mayoría son inocentes, no actúan con malicia, pero su falta de entendimiento no los justifica, ni mucho menos los exime de las responsabilidades de sus actos, es precisamente eso lo que puede llegar a ser un problema, quien obra sin tener en cuenta al mundo no asumen que han obrado mal.

Por eso para poder ser un impertinente, uno real, uno que trasciende la esporádica falta de atención y llega a la acción por omisión se necesita de un contexto a transgredir, eso da paso a los peores, debo corregirme, dijo mientras daba una calada a su cigarro, los peores no son los adultos que pueden hacer esto, los peores son lo falsos genios, los visionarios de la miopía, esos que se declaran contracultura sin entender contra que cultura están, los enemigos del estatus que pueden serlo solo porque no tienen que trabajar para conseguirlo, esos que sin media reflexión actúan e imitan.

Sombras, sombras humanas, imitando movimientos, sintiéndose grandes al replicar ideas que suenan bien, solo son extensiones de la idea que se han hecho de las ideas sobre las que han escuchado, pero pocas veces reflexionado, esas personas que buscan solo estar en contra, que piensa que hay gloria en resistir, aunque no saben contra qué, ni para qué, estos en su mayoría están en sus veinte tantos, que parecen más veinte poco, temerosos de la adultez inevitable, amedrentados por la rutina y deseosos de una atención inmerecida y que además no saben manejar. Torpes borrachos sociales, chocando contra todo, contra sí mismos, contra sus esperanzas, y las de los demás, van por ahí dando tumbos, trastabillando contra todo.

-Por eso, por eso el mejor insulto del mundo es llamar a alguien impertinente, no suena grosero, pero es fuerte, podrían no saber lo que significa y aun así sentirte amedrentado, la palabra tiene consigo un poder innegable, del que las personas no pueden escapar, llámalos impertinentes y sentirán el miedo escurrirle por las piernas, la lengua secarse en la boca, las manos temblarles, míralos a los ojos y dilo suave y con fuerza, IM PER TI NEN TE, sabrán sin duda alguna que es cierto.

Matices

No me gustan los claros ni los oscuros, son demasiado simples, saturados y faltos de perspectiva, son fáciles de seguir, ven la vida en un solo tono, no flotan, no pueden seguir la corriente, están condenados al arraigo, ellos son una sola cosa, es deprimente si se piensa bien, una vida, un universo, una posibilidad, la realidad es una posibilidad, y para aprovecharla es necesario más que defender una verdad, comprender que tenemos una perspectiva, que desde otro ángulo todo cambia, la luz cambia, entiendes, las sombras se proyectan dependiendo desde donde la luz la toca, y la expande, intentando desterrarla, pero si el ángulo es incorrecto, solo hace que se extienda. Por eso no me gusta.

Pienso eso, pero no puedo contestarle a la profesora de pintura de esta manera, si lo hago va a volver a humillarme como la ha hecho en ocasiones anteriores, a cuestionar mi percepción del arte, no puedo perder la beca, la necesito para poder estudiar y necesito estudiar para poder escaparme del trabajo en la mina, así que ni loco voy a confesar que pinté a propósito sin seguir sus instrucciones.

Una vez acompañé a mi padre a la mina durante una semana, me aterraba esa abertura gigante en la montaña, esa oscuridad represada, concentrada, dentro de la mina, el mundo desaparece, no hay posibilidad de escapar de ella, te acostumbras, las pupilas se dilatan, la luz estorba, en casa papá siempre apagaba las luces, no se podía leer cuando el llegaba, ni se podía vivir, no quiero vivir a oscuras, así que solo tengo una carta, mi pasado, no puedo contarle esta historia porque a ella no va a importarle, necesito contarle algo que la incomode, algo que haga que todos los compañeros estén de mi lado, no puedo simplemente decir que no me gusta el claro oscuro, así que digo lo único que puede despertar la humanidad en el mundo.

La entiendo y tiene usted razón maestra, pero el pigmento es muy costoso; sé donde están mis errores, porque no son errores, son omisiones, leves, sutiles, detalles, llenan de vida mi pintura, la mía es mejor que el resto, pero ella solo quiere la reproducción de la técnica, es el problema de los curadores, no saben crear, solo su visión del mundo es válida, solo su mirada del arte, pero tienen otra debilidad, no solo son castrados creativos, también son vanidosos. Sé que acá, acá, y acá, no debería haber luz, también que acá no debí mezclar el tono con otro pigmento, no lo hago para molestarla; sí, sí lo hago para molestarla, para restregarle que sé pintar mejor que ella… lo hago porque soy pobre.

Cuando lo digo escucho algunos murmullos, veo que ella baja su mirada, ha mordido el anzuelo, y debo continuar, no puedo comprar pigmentos puros, debo hacer mezclas, intento acercarme lo más posible, pero en algunos momentos salen estas deficiencias a flote, falta fuerza en el pigmento, falta definición, cuando lo noto tengo intentar suavizarlo, darle una intención porque no puedo costearme el repetir el trabajo, si no tengo suficiente pigmento para una, se imagina para dos, tendría que dejar de comer y solo como tortillas con vegetales, no es un error en el sentido estricto de la palabra, sé que falta, y dónde falta, pero así somos los pobres maestra, aprendemos a ver oscuridad en la luz y un poco de luz, de esperanza en la mayor de las penumbras.

Esta histérica, pero no puede gritarme, no delante de todos, me da su nota, un 8, un 8 es suficiente, con un 8 mantengo la beca, con un 8 esquivo la mina, no es un 10 tampoco un 0 y menos mal pienso, porque odio los claro oscuros, lo mío es esto, un 8, los matices.