Ángela nació bajo reglas, no había otra forma, el tiempo de su madre era escaso, demasiados sueños, pocas horas en el día, para colmo el único día en que se había olvidado de sus reglas Ángela había sido concebida y aunque no tuvo ningún reparo en hacerla suya, como suyo había sido el error, la enseño a vivir de la única manera en que podía hacerlo.
Las conversaciones eran largas, y nunca terminaban, —Angelita, mamá es pobre, pero no boba, el gobierno es injusto pero no infranqueable, —así que no hubo cuentos antes de dormir, sino pappers, desde pequeña angelita había escuchado sobre Shoppenhauer, Kant, Marco Aurelio… sí su madre no era boba, pero Ángela comprendería años después que su madre era ingenua, soñadora pero aún así admirable.
Le llegó de golpe el recuerdo, cuando Gabito se convirtió en su padre, nunca le dijo padrastro, su madre nunca le había dicho esa palabra, total, el puesto de su padre siempre estuvo vacante, no reemplazaba a nadie, el puesto nunca había tenido dueño y por eso jamás tuvo problema para aceptarlo, tenía 7 años, era abril, —Ángela, ven pequeña —La llamó su mamá en un tono cordial, hablaba con ella como si hablara con un adulto y en muchos aspectos lo era, Ángela había crecido con Filosofía, Leyes, Derecho Romano, Memorias de Marco Aurelio, porque su madre había decidido estudiar derecho, y en su vida solo la razón era posible. Necesitaba la lógica, necesitaba un mundo gobernable y predecible, las ciencias le parecían frías, inútiles, no quería definir la naturaleza, quería comprenderla, la razón está tan vacía que eligió la voluntad.
—Él es Gabo, Gabriel, no el famoso del que te he leído, Gabriel es mi profesor de derecho romano y a mamá le gusta mucho y a él también le gusto mucho yo, y yo te lo quiero presentar porque pronto vamos a vivir juntos los tres.
—La noticia no le impactó, no entendía a su edad el concepto, pero la soledad no combinaba con su mamá, ella necesitaba alguien a quien querer, y Manchas no era suficiente para las dos —Cuando recordó a manchas pudo verla, sus parches amarillos, negros, blancos, acostada en esas sillas de tela y tubos de pvc, la ensoñación terminó pronto y volvió a su otro recuerdo.
—Recordé las 5 preguntas que le hice, las 5 preguntas que Gabito dulcemente le recordaba cada que escribía. Podés jugar con mamá pero antes, podés responder a estar preguntas.
—¿Vas a leerme antes de dormir? —Por supuesto, cada que quieras.
—¿Cuándo volvas a casa cada día vas a traerme un dulce? —Siempre, del sabor que te gusta.
—¿Si tengo preguntas, vos podés responderlas? —Sí, incluso cuando la respuesta sea no
—¿La mesada se duplica? —No lo sé, no sé cuanto es tu mesada actual, pero podemos analizarlo
—¿Y quién tiene la última palabra? —Tú
Madre nunca había merecido tanto, Gabo fue una madre para las dos, un gato para las dos, Gabo supo darnos la humanidad que las reglas de mamá habían enterrado, por eso hoy que venimos todos aquí para despedirlo, quiero pedirles algo.
Rompan las reglas, todas, si tiene un poco de suerte, podría llegar un Gabo a sus vidas. Al terminar de leer el discurso Ángela lo rompió, se acerco al féretro abierto y besó el cuerpo en la frente, gracias papá, me hiciste humana.