A Alex le gustaban los video juegos, lo suyo no era un hobby, era como decían ahora una adicción, él no los jugaba, bueno, no solamente los jugaba, los habitaba, era diferente, huía de su realidad sumergido en una pantalla, no es tan diferente de los que lo hacen metiéndose en los libros o en los trabajos, o en la constante complacencia de una persona, todos son adictos, pero los demás no importan, ignoren ese recuerdo que los ha llevado a pensar en amigos, amantes, hermanos, padres, olviden a sus hermanas, a sus compañeros de trabajo y a sus madres, quedémonos con Alex, con su adicción…
No siempre fue así no siempre necesitó los video juegos y ellos tampoco siempre fueron una solución para él, creció siendo el menor, ser el menor es ya algo traumático, creció en medio de una relación dispar de poderes, y fue criado a la sombra, los adultos siempre están ocupados, los pequeños siempre son molestos, no importa a que edad leas esto, es casi un postulado. Creció, sí, pero es solo un decir, Alex se siento poco, pequeño, todo abuso lo justifica, está en deuda, se siente en deuda, y por eso al llegar a su casa, cada noche, apaga los audífonos, cierra la puerta, acaricia su gato, Quijote y enciende su consola, no es solo un botón, el mundo desaparece, ahora hay normas reales, plazos reales, el juego es más fácil de llevar, la música comienza y el olvida, olvida de apoco lo poco que se siente, su irrelevancia, no se trata de evadir el mundo y sus retos, se trata solamente de evadir sus mentiras, de personajes mezquinos de esbirros de las normas y los sistemas, ama profundamente ese caeos digital, ese algoritmo porque en el fondo es más humano, es más justo.
Alex ataca, y olvida que le han incumplido de nuevo, que el ascenso no llega, y que además lo acepta en silencio, piensa en quijote, en su tarjeta de crédito, tiene que aceptar, pero está cansado, sonríe, porque sabe que la semana siguiente habrá algún problema y él lo solucionará, sabe que es el mejor programador del área, así que el trabajo llegará, la responsabilidad se le exige, pero no se le paga, está acostumbrado a vivir así, en la sombra, no reclamará mucho… la cadena que lo oprime no está atada a nada salvo al recuerdo, tantas veces le han dicho que no, que ya hasta preguntarlo lo agota, en el video juego no, allí sabe que lo van a atacar tres veces desde la derecha, que si salta debe agacharse, que si el enemigo camina, lo hará para tomar impulso y el debe correr hacia él, hacer un ataque en carrera para conectar un crítico, el juego sabe jugar bajo las reglas, se respeta y por ende lo respeta, cuando las promesas se cumplen, solo cuando las promesas se cumplen las palabras tienen sentido. Y el juego cumple.
Por eso Alex llega a casal, saluda a su gato y prende su consola, por eso evita a su esposa, porque ella miente al decir que lo entiende, no puede hacerlo fue hija única, es incapaz de entenderlo, de verlo, realmente verlo, por eso empaca su ropa mientras Alex juega y olvida, olvida que escucha los ruidos de Lorena que azota la maleta, mientras que arranca los ganchos de la ropa, mientras taconea con un redoble de galera, mientras olvida sus risas juntos, sus sueños juntos, otro enemigo, otra mecánica, otro reto controlable, otra regla simple. Sentarse, pararse, rodar, atacar, sin engaños, sin trampas, sin egoísmos, un juego claro y justo.
Lorena se para en la puerta, él la ve reflejada en la pantalla y finge no verla, aunque ella ve cuando desvía la mirada, la rutina la conoce, tres pasos hacia atrás, derecho a la cocina a la caja de los fusibles, lo hizo llorar tantas veces así, arrancándole lo poco que le quedaba, la paz tan esquiva, Alex cierra los ojos, ella no baja la palanca, desaparece, vemos que ella se fue hace años, que es solo un recuerdo, Alex se pone de pie y se asoma a la ventana.
Las luces se apagan, y por corte vemos a Alex sentado en su sillón, apagar por primera vez la consola. Entra logo Poly Station 6 y el slogan supera todos los monstruos.
—No será mucho, pregunta un cliente al escuchar el aproach
—Es lo que necesitamos, es real, potente, necesitamos mostrar la consola como una solución, afuera está el problema, ese mensaje debe quedar claro.
El cliente lo sabe, no se llama Alex, pero conoce su dolor, se siente expuesto y no quiere aceptar, pero en la mesa hay peces más gordos, Alguno sugiere que Alex no es un nombre muy local, debería ser Ramiro dice mientras mira Ramiro.
Ramiro se levanta, humillado, se puede ver porque tiene la cabeza agachada, herida, llega a su puesto y escribe.
Hasta luego dice, es lo máximo que va a decir le pregunta alguien él agacha la cabeza y responde bajito es lo mínimo que puedo darle.