Instinto

—Darwin trató de advertirnos, dijo Sara sosteniendo la venda sobre su ojo, sobre el rostro y el cuello aún quedaban rastros secos de sangre, el animal evoluciona, pero en su ADN queda el instinto, patrones de comportamiento automáticos, solo necesitan un detonador, un movimiento, un olor, un sabor, y zas de la nada, emergen salvajes y letales.

Es normal, es como en nosotros los humanos, un poco de vino, hormonas y nos comemos a mordiscos, y nos revolcamos en el suelo sudorosos, jadeamos y gemimos, y nos lamemos y chupamos gustosos del cuerpo del amante, incluso en esos lugares que nos cuesta admitir en público, dijo mirando a la enfermera con el ojo bueno, y recordando a esos amantes desparpajados que jamás se habían retirado ante su menstruación ni detenido su lengua solo en su sexo, no es su culpa, le dijo a la enfermera ruborizada y acalorada por la imagen. Es un cachorro, y no me di cuenta de que me estaba cazando.

—La enfermera la miraba de arriba abajo, olía a naturaleza, a césped, a bosque, sus pantalones anchos sucios y sus rastas desordenadas, sí pensaba sin decirle nada, Darwin tenía razón solo somos animales, algunos más que otros, pensó sin pretender ser burlona, más como envidia, se sentía domesticada a su lado, ella no podía vestirse así, verse así, hablar así, necesitaba de la compostura ligada a su profesión, cargo y rol. Práctica, elegante, confiable, extrañaba al versa sus épocas de estudiante, su vida en los paseos y los ríos, extrañaba el campo del que había salido con esfuerzo para nunca cagar fuera de baño de nuevo, para no bañarse con agua helada desviada de una cascada, ni tener que recoger para comer. Qué falta le hacía todo pensó y la miró triste por el recuerdo.

Sara creyó que su herida era grave, —era la única explicación posible a esa mirada lastimera, ha de pensar que soy joven y bella, y que ahora no seré más la segunda, habrá de creer que sin esa sensualidad ingenua mía, sin ese halo de nínfula eterna no podré conseguir un marido que me mantenga, seguro cree que por mis dreadlocks y mi pantalón de MC Hammer soy solo una hippie que creen cuarzos, y en espíritus y en mercurio retrogrado… bah, a esta la tienen bien amarradita del cuello, da la pata de la cama, simula bien sus orgasmos, capaz y tiene a un médico que la ocupa y mantiene desparasitada, vacunada… al pensarlo no puedo evitar verla con una curiosidad desconfiada que erradamente la enfermera confundió con miedo.

—No tema, todo va a estar bien, dijo mientras retiraba el pañuelo del ojo, —la marca era precisa, Buñuel en su máxima expresión, por fortuna para ella en el párpado y no el glóbulo ocular, la profundidad parecía programada en una cortadora industrial ni un milímetro de más, precisa como solo puede ser la suerte.

El párpado había sido atravesado por un objeto cortante, en un solo movimiento y había rasgado toda la membrana. —Tiene suerte le dijo, un poco más de fuerza, un poco más de profundidad y hubiera perdido el ojo, ¿cómo sucedió?, preguntó por fin ya sin suponer nada de ella, sin envidiar nada de ella.

—Mi gato dijo, Sherkhan, aclaró, no me di cuenta, fue mi culpa por no cerrar puerta, tenía ganas y no aguanté a llegar hasta al cuarto, desnudé a mi amante en la sala, y ahí follamos con rabia, animales en celo supongo, con fuerza, -dijo ya sin ver en ella una sumisa educada, lo dijo incluso para tentarla, ella no necesitaba saber nada de eso pero quería torturarla un poco, apretarle los tornillos, rebuscarle los deseos, -sabe de esas veces en que solo quieres sentirlo respirando en tu cuello y su cuerpo dentro del tuyo, los espasmos en las piernas, los empujones fuerte y lentos… —para su sorpresa la enfermera asintió y dijo -Son los mejores. —En fin, dijo ella malhumorada al descubrir que la señora elegante follaba y al parecer follaba bien, pues mi gato ha de haber estado en el mueble, mis dreadlocks los ha confundido con un juguete y ha intentado atraparlo, un solo zarpazo dijo, son animales, son instinto.

—Sí dijo la enfermera, su naturaleza es esa. Descuide, va a estar bien señorita.

—Sara alzó la cabeza, la enfermera la curaba y ella solo pensaba en Sherkhan, en la oscuridad, asechándola, como ella a la enfermera, es simple instinto.

Aleatorio

­—Hay una sensación que no olvido Doc, —dijo Mateo mientras estaba sentado frente a su psiquiatra, lo dijo con una tranquilidad genuina, después de tantos años Mateo había optado por llamarlo Doc, le parecía molesto usar su nombre propio, se sentía en confianza pero le estaba pagando y es difícil sentirse íntimo de alguien a quien tienes que pagarle por estar cerca, era la misma razón por la que nunca les decía el nombre a las prostitutas que visitaba, no pago por amistad, en algún lugar debía trazar una línea.

-Es, una espacie de mareo, de desorientación, recuerda las tazas de la feria, ese juego donde uno da vuelta y vueltas, donde se pierde de vista el norte y se deambula por un mundo que se precipita contra sí mismo, donde todo vuelve a uno, y todo se desdibuja, te tumbas en el suelo, cierras los ojos, pero igual todo se mueve, el mundo yira, yira, como dice el tango sabe, no para, no te espera, no te da chance, la gente suele olvidarlo, yo no, a mí esa sensación nunca me abandonó, cada paso doy siento que vuelve, las náuseas jamás se han ido…

El caso Doc, es que cada vez siento que toma más velocidad, una fuerza centrífuga me está consumiendo, siento la piel pegada a los huesos y a los huesos a punto de romperse, siento que el mundo, que el mundo está dentro, no sé si me entiende Doc, —Mateo había hecho una pausa, una pausa inquieta, sacudió con habilidad la ceniza de su cigarrillo dejando solo la brasa en un gesto sutil pero artificial, se nota que lo había practicado, se notaba como todo en él, que era producto de una fórmula, de un mecanismo, que le era impropio, nunca lograba apropiarse de nada, tan solo adaptarlo por la fuerza, con él nada fluía pero todo, absolutamente todo funcionaba, por eso eficaz como siempre, en ese gesto artificial como siempre dejó la brasa perfectamente expuesta.

Luego llevó el cigarro a la boca, inhalo y continuó hablando —¿lo ha sentido Doc?, ¿alguna vez ha sentido que el cuerpo se comprime tanto, que se siente disminuido?, que el mundo lo aprieta, ahorca, y rompe —era curioso que hubiera escogido esas palabras, pensaba el psiquiatra, él era como un alfarero, él ponía sus manos grandes, torpes y pesadas, sobre el mundo, él era su martirio, él precisamente él que se quejaba de cómo el mundo lo oprimía era el mayor opresor, todo el edificio lo padecía la gente a su alrededor estaba cansada de solo estar a su alrededor, su familia ya no tenía energía, su hijos estaban frustrados, a él le pagaban por entenderlo pero el precio era apenas justo para soportarlo, el portero del edificio, los empleados de servicios generales, la recepcionista, la propia administración del edificio había pedido de alguna manera los cambios de horarios para Mateo, y aún así, pero a los horarios incómodos, a los cambios repentinos él seguía apareciendo, era imposible de evadir, una molestia incontrolable.

—Sí, la he sentido Mateo, es abrumadora, una sensación normal pero asusta, perder el poder sobre uno mismo, sentir que el mundo puede dañarte, recordarte que eres vulnerable y que no todo está bajo tu control es intimidante y —No, no es esa la sensación Doc, yo no lo veo nada de malo a que el mundo sea un lugar hostil, así debe ser, el mundo es animal, lo único que me inquieta es porqué ahora pasa más rápido, por qué ahora, por qué justo ahora?

-La pregunta era retórica, pero la interrupción que mateo le había hecho lo había enfadado, así que contestó seco y directo, la pregunta tiene una respuesta obvia Mateo, una respuesta corta, aunque no va a gustarte, el mundo es animal, sus acciones también lo son, el universo no tiene consciencia, vos no le importas al universo y tampoco lo hace tu sufrimiento, simplemente es mala suerte, como la de todos, siempre hay un cretino que nos arruina la vida solo por azar.