Aleatorio

­—Hay una sensación que no olvido Doc, —dijo Mateo mientras estaba sentado frente a su psiquiatra, lo dijo con una tranquilidad genuina, después de tantos años Mateo había optado por llamarlo Doc, le parecía molesto usar su nombre propio, se sentía en confianza pero le estaba pagando y es difícil sentirse íntimo de alguien a quien tienes que pagarle por estar cerca, era la misma razón por la que nunca les decía el nombre a las prostitutas que visitaba, no pago por amistad, en algún lugar debía trazar una línea.

-Es, una espacie de mareo, de desorientación, recuerda las tazas de la feria, ese juego donde uno da vuelta y vueltas, donde se pierde de vista el norte y se deambula por un mundo que se precipita contra sí mismo, donde todo vuelve a uno, y todo se desdibuja, te tumbas en el suelo, cierras los ojos, pero igual todo se mueve, el mundo yira, yira, como dice el tango sabe, no para, no te espera, no te da chance, la gente suele olvidarlo, yo no, a mí esa sensación nunca me abandonó, cada paso doy siento que vuelve, las náuseas jamás se han ido…

El caso Doc, es que cada vez siento que toma más velocidad, una fuerza centrífuga me está consumiendo, siento la piel pegada a los huesos y a los huesos a punto de romperse, siento que el mundo, que el mundo está dentro, no sé si me entiende Doc, —Mateo había hecho una pausa, una pausa inquieta, sacudió con habilidad la ceniza de su cigarrillo dejando solo la brasa en un gesto sutil pero artificial, se nota que lo había practicado, se notaba como todo en él, que era producto de una fórmula, de un mecanismo, que le era impropio, nunca lograba apropiarse de nada, tan solo adaptarlo por la fuerza, con él nada fluía pero todo, absolutamente todo funcionaba, por eso eficaz como siempre, en ese gesto artificial como siempre dejó la brasa perfectamente expuesta.

Luego llevó el cigarro a la boca, inhalo y continuó hablando —¿lo ha sentido Doc?, ¿alguna vez ha sentido que el cuerpo se comprime tanto, que se siente disminuido?, que el mundo lo aprieta, ahorca, y rompe —era curioso que hubiera escogido esas palabras, pensaba el psiquiatra, él era como un alfarero, él ponía sus manos grandes, torpes y pesadas, sobre el mundo, él era su martirio, él precisamente él que se quejaba de cómo el mundo lo oprimía era el mayor opresor, todo el edificio lo padecía la gente a su alrededor estaba cansada de solo estar a su alrededor, su familia ya no tenía energía, su hijos estaban frustrados, a él le pagaban por entenderlo pero el precio era apenas justo para soportarlo, el portero del edificio, los empleados de servicios generales, la recepcionista, la propia administración del edificio había pedido de alguna manera los cambios de horarios para Mateo, y aún así, pero a los horarios incómodos, a los cambios repentinos él seguía apareciendo, era imposible de evadir, una molestia incontrolable.

—Sí, la he sentido Mateo, es abrumadora, una sensación normal pero asusta, perder el poder sobre uno mismo, sentir que el mundo puede dañarte, recordarte que eres vulnerable y que no todo está bajo tu control es intimidante y —No, no es esa la sensación Doc, yo no lo veo nada de malo a que el mundo sea un lugar hostil, así debe ser, el mundo es animal, lo único que me inquieta es porqué ahora pasa más rápido, por qué ahora, por qué justo ahora?

-La pregunta era retórica, pero la interrupción que mateo le había hecho lo había enfadado, así que contestó seco y directo, la pregunta tiene una respuesta obvia Mateo, una respuesta corta, aunque no va a gustarte, el mundo es animal, sus acciones también lo son, el universo no tiene consciencia, vos no le importas al universo y tampoco lo hace tu sufrimiento, simplemente es mala suerte, como la de todos, siempre hay un cretino que nos arruina la vida solo por azar.

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