Blues y Tango

Qué jodido es verse y no reconocerse.

Ambos estaban rotos, sufrían y compartían la melancolía, el dolor, como dos mendigos que comparten un plato de comida, se eran insuficientes, solos estaban completos, pero detestaban la soledad y esta los incomodaba, no los abrumaba, pero no sabían estar solos, por eso evitaban estarlo.

Blues y Tango eran llanto, tan parecidos, representaban lo mismo pero desde dos orillas que nunca podrían tocarse y allí estaba el problema. Blues era tímida, quizá demasiado, Tango era rebelde, quizá sin causa.

Blues quería un mundo diferente, Tango quería hacer que fuera diferente, juntos recorrían un camino de ideales ligeramente distintos por caminos separados y esto los destrozaba a ambos, se miraban a la distancia como quien espera una señal de despedida, como quien aguarda aún un brillo de esperanza, como quien se miente.

El camino no era eterno, la recta algún día habría de quebrar, de separarlos a través de calles y avenidas, en algún momento para alguno de los dos sería contravía, no podrían verse, tendrían que separarse. Era inevitable.

Ambos lo sabían, lo veían en la mirada esquiva del otro, lo escuchaban en el silencio del otro, lo sentían en la ausencia del abrazo. Blues y Tango latían en ritmos distintos, deseos distintos, Fames y Cronopios sin Esperanzas en medio, solos musicales en tonos diferentes.

Sin embargo allí seguían, siendo ambos melancólicos, sabían que se extrañarían un poco más en la ausencia, no había forma de no recordarse, no encontraban sentido a alejarse si ya estaban ausentes. Blues y Tango, Blues tras Tango, qué pesado era el ambiente cuando ella estaba, una calada al cigarrillo, un trago al vaso y de nuevo Blues y Tango, Blues tras Tango.

Apenas recuperaba el aliento, Tango no sabía por qué Blues estaba tan triste, él era quien lo perdía todo, quien se alejaba de todo, no le quedaba un amigo para abrazar, Blues los heredaba a todos, a todo, su familia, sus alegrías y Tango solo tenía su tristeza y una soledad total.

Blues no entendía por qué Tango estaba deprimido, si él se lo llevaba todo, su libertad, sus libros, sus alegrías, iba a vivir su sueño de entender otra cultura, de vivirla, él se lo llevaba todo incluso el derecho a estar triste. Tan egoístas los dos, tan ensimismados, tan incapaces de verse sin un espejo, tan intolerantes hacia el sufrimiento del otro, tan ellos mismos.

Blues y Tango, nada que hacer, su sufrimiento era el de él, el de ella, los dos se escuchan a poca luz, se bañan de lágrimas y se abrazaban con sus dolencias, era su ritmo, sin duda alguna era su ritmo. Blues y Tango, el arte de sufrir, de llorar hecho melodía, nada había roto tantos corazones, ahogado tantas almas. Blues y Tango, saxofones y bandoneones, la tristeza hecha compañía, dos caminos que los separaban, ella quería bailar blues, él tango. Nunca pudieron bailar juntos.

Se pierde


A Checho y a Tito les gustaba jugar pin pon, pero no pin pon pin pon, sino pin pon con ideas, ellos se encontraban encendían un cigarrillo y después de una o dos palabras de calentamientos servían la idea que iba a discutirse. Esta vez fue Checho quien comenzó:

— No creo en verdades, el mundo, el universo es simplemente probable, no tiene reglas sino fenómenos y no existe un dios ni muchos dioses que controlen ningún destino, y si los hay, les somos completamente indiferentes, esto quiere decir que no tienen nada preparado para  nosotros, y que pese a que estén enterados de nuestra existencia, les preocupamos menos que un gusano de guayaba a una tía de pueblo.  Es bueno tenerlo claro y saber que entonces solo hay una posibilidad para nosotros, la ausencia de cualquier sino, estamos en manos de la suerte y la verdad ni siquiera ella espera a ver si gana cuando juega con nosotros.

Por eso no entiendo tu gusto por apostar, y más cuando me decís, que hay que hacerlo para ganar; siempre he sabido que cuando se apuesta, se pierde, por lo menos la tranquilidad, por lo menos durante el tiempo en que aún gira la ruleta, o da vueltas el dado, o siguen cayendo las figuras del traga monedas, se pierde la paciencia mientras que, el dealer, quema las cartas y luego, la carta, para abrir el poker, se pierde el control y se pierde la libertad.
 
Después se gana, incluso cuando se pierde, porque ya se ha recobrado no solo el poder, sino también la esperanza, que se perderá en la siguiente apuesta de nuevo: el azar es un en sí mismo una sola probabilidad, una moneda al aire y en el tiempo en que gira todo está perdido. —
 
Tito sabía que Checho sabía que para él la apuesta nunca era una apuesta tradicional, también sabía que Checho nunca se había planteado otra forma de perder que no fuera el dinero. Y fue ahí cuando aprovechando el espacio para darle un efecto nuevo a la idea y hacer que el juego se le saliera de las manos:
 
—Uno tiene que entender Checho que el dinero no es lo único que se pierde, fíjate por ejemplo en que uno no se despecha por quedarse solo, que el duelo se hace no para sanar heridas sino para listar las pérdidas, el desamor es un control de daños, porque solo existe una única tragedia y una verdadera traición, cuando ella se va, no se va sola, y hay muchas cosas que se marchan junto a ella. —
 
Checho abrió grande los ojos, tenía la mirada perdida, sabía que intentaba decir Tito, pero más sabía que esa bola no iba a ser fácil de contestar.
 
— No son los años, ni la ropa que nunca volverás a ver, no es el dinero que gastaste, ni el orgullo herido de saber que no sos vos el que la hace gemir, no es el quizá nunca volver a verla entrecerrar los párpados y blanquear la mirada, no, no es el que no volverá a humedecerte el sexo, ni los labios, no, el dolor, el daño, la ausencia es la de aquellas cosas que dejarán de ser tuyas. Te darás cuenta que tú canción, ahora es su canción, que no podrás volver a dedicarla que el solo pensarlo te hará sentir como un farsante, esa canción ya no es tuya para compartirla, ni podrás pensar en los versos de tu poema favorito, porque ahora ella lo recita, siendo sinceros Checho, no es ni siquiera el hecho de que ella las escuche, o los conozca, es que han perdido su fuero sagrado, no es por ella Checho, es simplemente que al igual que ella, ya no son tuyos, ni los cuentos, ni las notas, ni los versos, ni la película que solo a ti te gustaba desde un comienzo posiblemente, todo lo que fue ya no es tuyo —
 
Tito lanzo la moneda al aire y repitió las palabras que Checho ya conocía:
 
—El azar es una moneda al aire, una probabilidad y por el tiempo que gira todo está perdido—
 
Intentó defenderse —Pero volverá a estar en mi mano—
 
Pero era en vano —Sí y volverás a lanzarla—

¡Qué gran noche!

Existe, sí es que existe una sola regla para el desamor: No se oye música, pero, al igual que el desamor, las reglas tienen una sola regla: Son para romperse. Por eso y porque alguien se inventó algún día que el dolor sana, el bar solía llenarse cada fin de semana a escuchar las canciones de despecho más tristes que se han compuesto.

Salsa, boleros, tangos, milongas, vallenatos, había de todo, porque no existe persona con el corazón intacto, y eso permea todos los géneros, todos los tiempos y los ritmos, en todos sabe llorar el alma, aunque también es cierto que el podio, si existiera uno, son de la llamada música de plancha, los vallenatos y una lucha por el tercer lugar entre bolero y tango que dependerá si hay más tangueros que boleristas.

Esa noche transcurría normal, los primeros en llegar fueron los más necesitados, los solitarios, los que tienen el corazón tan partido que ya lo tienen en forma de copa y que usualmente piden la copa rota, a ese llamado aguardientoso de −mozoooo, mozoooo− qué suena Alci Acosta, el hombre del piano de Billie Joel, Dueño de nada del Puma y así se va la noche, con cada poca rota viene una lista de canciones que destruye cualquier esperanza en el amor.

Sin embargo cada tanto hay noches memorables, como la vez en la que una mujer llego con una serenata de 24 músicos, una verdadera bigband para entonarle todas las canciones que se habían dedicado para recuperar el amor de su vida, a los 23 era una vida más bien joven, pero ese día la fiesta terminó siendo de compromiso y las lágrimas más bien de envidia o felicidad, pero en todo caso, de tristeza no hubo.

O el día en que en pleno despecho, una muchacha joven había encontrado el lugar donde el papá se venía a esconder cada fin de semana, a beber y a emborracharse y enterarse que aunque respetaba a su mamá y nunca la dejaría porque le había dado su palabra de que hasta la muerte los separara, él vivía todavía enamorado del recuerdo de la tía, la hermana de su madre, quien murió cuando eran muy jóvenes, el a los 18 había planeado estar con Graciela, su mamá, solo para conocer a la tía Carmela, pero en un fin de semana, Carmela murió y el dolor de los dos era tan grande, que no pudieron hacer nada más que acompañarlo el resto de sus vidas. Le dijo que su madre sabía, que él le había contado porque antes se emborrachaba en la casa y le cantaba a Carmela y Graciela sufría, no solo por celos sino de envidia, entonces le había pedido que siempre que fuera a emborracharse de tristeza, se fuera lejos, eso había afectado su matrimonio muchísimo, y por eso en las peleas su mamá siempre le decía −andate con esa−, porque sabe que no podía, porque esa era Carmela, su hermana, a quien él ya nunca podría acercarse.

Y la noche de hoy que ofrecía un duelo pintoresco, dos ex amantes, un hombre y una mujer, ex amantes porque ya no era amados, no porque fueran mozos o cachos de nadie, que competían por el amor que les juraron

−A mí me amaba tanto que me dedico esta− decía y la música comenzaba a sonar: el amor de mi vida has sido tú, y ella respondía

−Es linda esa canción, pero no es amor, es el cantautor correcto pero la canción incorrecta, si te amaba te hubiera dedicado como a mí quieres ser mi amante− y la canción comenzaba a sonar, cada uno de ellos había hecho una lista de una treinta o treinta y cinco canciones, canciones de una devoción profunda, de una amor enloquecido, un amor, un amor, un amor… Y como sabían que las habíamos intercalado con cada canción se aumentaba la apuesta.

−Si tu hubieran amado− decían, si te hubieran amado te hubieran dedicado esta…

−Si hubieras conocido el amor, respondía, cantarías esta canción−, y la noche avanzaba, y las copas sonaban, y todo el bar tomaba partido, nos habíamos dividido, incluso el mozo y yo en la barra habíamos elegido un bando con base en las canciones.

Avanzada la noche las mesas hacían coros, cantaban y ellos se miraban a los ojos con una tristeza tan alegre, con un dolor tan suelto, él se acercó, quería decirle que si tanto sabían amar que se amaran entre ellos, que si tanto amor podían despertar, se desvelaran juntos, y ella lo vio venir, sabía qué iba a decirle, que su propuesta era tierna pero tonta, sabía que el amor, el amor, el amor… lo habían casi alcanzado, porque cuando él se acercó los suficiente le dijo:

−NO, si hubiera sido amor, si hubiéramos conocido el amor, seguiríamos junto a él. No, vos y yo, no podemos estar juntos, estamos solos y no sabemos amar−, y ella se fue, el bar enmudeció, el llanto brotó a cántaros, todos recordaron que hacían allí. La caja registradora no dejó de cantar en toda la noche.

¡Qué gran noche!