Existe, sí es que existe una sola regla para el desamor: No se oye música, pero, al igual que el desamor, las reglas tienen una sola regla: Son para romperse. Por eso y porque alguien se inventó algún día que el dolor sana, el bar solía llenarse cada fin de semana a escuchar las canciones de despecho más tristes que se han compuesto.
Salsa, boleros, tangos, milongas, vallenatos, había de todo, porque no existe persona con el corazón intacto, y eso permea todos los géneros, todos los tiempos y los ritmos, en todos sabe llorar el alma, aunque también es cierto que el podio, si existiera uno, son de la llamada música de plancha, los vallenatos y una lucha por el tercer lugar entre bolero y tango que dependerá si hay más tangueros que boleristas.
Esa noche transcurría normal, los primeros en llegar fueron los más necesitados, los solitarios, los que tienen el corazón tan partido que ya lo tienen en forma de copa y que usualmente piden la copa rota, a ese llamado aguardientoso de −mozoooo, mozoooo− qué suena Alci Acosta, el hombre del piano de Billie Joel, Dueño de nada del Puma y así se va la noche, con cada poca rota viene una lista de canciones que destruye cualquier esperanza en el amor.
Sin embargo cada tanto hay noches memorables, como la vez en la que una mujer llego con una serenata de 24 músicos, una verdadera bigband para entonarle todas las canciones que se habían dedicado para recuperar el amor de su vida, a los 23 era una vida más bien joven, pero ese día la fiesta terminó siendo de compromiso y las lágrimas más bien de envidia o felicidad, pero en todo caso, de tristeza no hubo.
O el día en que en pleno despecho, una muchacha joven había encontrado el lugar donde el papá se venía a esconder cada fin de semana, a beber y a emborracharse y enterarse que aunque respetaba a su mamá y nunca la dejaría porque le había dado su palabra de que hasta la muerte los separara, él vivía todavía enamorado del recuerdo de la tía, la hermana de su madre, quien murió cuando eran muy jóvenes, el a los 18 había planeado estar con Graciela, su mamá, solo para conocer a la tía Carmela, pero en un fin de semana, Carmela murió y el dolor de los dos era tan grande, que no pudieron hacer nada más que acompañarlo el resto de sus vidas. Le dijo que su madre sabía, que él le había contado porque antes se emborrachaba en la casa y le cantaba a Carmela y Graciela sufría, no solo por celos sino de envidia, entonces le había pedido que siempre que fuera a emborracharse de tristeza, se fuera lejos, eso había afectado su matrimonio muchísimo, y por eso en las peleas su mamá siempre le decía −andate con esa−, porque sabe que no podía, porque esa era Carmela, su hermana, a quien él ya nunca podría acercarse.
Y la noche de hoy que ofrecía un duelo pintoresco, dos ex amantes, un hombre y una mujer, ex amantes porque ya no era amados, no porque fueran mozos o cachos de nadie, que competían por el amor que les juraron
−A mí me amaba tanto que me dedico esta− decía y la música comenzaba a sonar: el amor de mi vida has sido tú, y ella respondía
−Es linda esa canción, pero no es amor, es el cantautor correcto pero la canción incorrecta, si te amaba te hubiera dedicado como a mí quieres ser mi amante− y la canción comenzaba a sonar, cada uno de ellos había hecho una lista de una treinta o treinta y cinco canciones, canciones de una devoción profunda, de una amor enloquecido, un amor, un amor, un amor… Y como sabían que las habíamos intercalado con cada canción se aumentaba la apuesta.
−Si tu hubieran amado− decían, si te hubieran amado te hubieran dedicado esta…
−Si hubieras conocido el amor, respondía, cantarías esta canción−, y la noche avanzaba, y las copas sonaban, y todo el bar tomaba partido, nos habíamos dividido, incluso el mozo y yo en la barra habíamos elegido un bando con base en las canciones.
Avanzada la noche las mesas hacían coros, cantaban y ellos se miraban a los ojos con una tristeza tan alegre, con un dolor tan suelto, él se acercó, quería decirle que si tanto sabían amar que se amaran entre ellos, que si tanto amor podían despertar, se desvelaran juntos, y ella lo vio venir, sabía qué iba a decirle, que su propuesta era tierna pero tonta, sabía que el amor, el amor, el amor… lo habían casi alcanzado, porque cuando él se acercó los suficiente le dijo:
−NO, si hubiera sido amor, si hubiéramos conocido el amor, seguiríamos junto a él. No, vos y yo, no podemos estar juntos, estamos solos y no sabemos amar−, y ella se fue, el bar enmudeció, el llanto brotó a cántaros, todos recordaron que hacían allí. La caja registradora no dejó de cantar en toda la noche.
¡Qué gran noche!