7 Rojo

Voy al casino como quien va al psicólogo, sabiendo desde ya que nada pueden hacer ellos por mí y que, aunque conozco mis problemas no puedo encontrar una solución, pienso esto mientras me preparo para asistir. Es jueves así que debe estar Mariana, Nico y Zhang, en realidad Zhang nunca falta, es gracias a Zhang que a veces intento convencerme de que no tengo un problema, que no soy él, cuando lo hablo con alguien más siempre digo, bueno no tengo un problema como Zhang.

Es curioso pienso mientras me subo a la moto, ellos no conocen a Zhang, pero al escuchar su nombre siempre dicen que es cultural, cuando lo pienso no sé si todos tenemos esa idea de asiáticos ludópatas por culpa de las películas, pero como lo busco es alivianar las culpas pienso: Racistas, ustedes son el problema, no Zhang ni yo.

La semana no va bien, las cuentas aprietan y vengo con esa sensación de sentir que la apuesta es todo o nada, podría abonar la plata que tengo y seguro conseguiría tiempo, lograría pagar el resto en la próxima cuota, pero cuando se es un apostador hay dos cosas que no se toleran, jugar solo a la segura, y tener todo planeado, si se hace así se es un mal jugador, y nosotros Zhang y yo, más él que yo, somos ludópatas de los buenos.

Pienso esto mientras parqueo la moto, Zhang ya está, no puedes madrugar lo suficiente, es un decir pienso, nadie madruga a un casino, pero no importa que tan temprano llegues, él siempre está ahí, caminando enfrente de las traga monedas, fumando, busca un poco de suerte, dice que es como una pulsión, que se siente cuando una máquina puede darte amor.

Por eso me cae bien Zhang, ha pensado en su vicio, en su disfrute, no solo es una pulsión, hay también una decisión reflexionada, una aceptación clara, el juego lo define, o por lo menos hace parte de su definición, a mí también me pasa, no tanto como a él, yo puedo dejar de venir algunos días y aunque el resto no podrían darse cuenta, Zhang sí lo hace, y lo hace porque él siempre está.

Camino hacia el Casino, veo los autos, todos tienen algo que habla de sus dueños, reparaciones que aún no se han hecho, espejos pegados con cinta, esos son malos jugadores, vienen acá como los irreflexivos van al psicólogo o a las brujas, esperan que les solucionen la vida, son ingenuos, junkys, no saben aún qué es lo que les gusta de jugar, y no entienden qué es lo que no les gusta de vivir, están aquí porque están confundidos, porque piensan que un golpe de suerte llega en cualquier momento, da lo mismo a donde vayan, siempre estarían botando su dinero. De la terapia esperan manuales, de las brujas señales, del casino una fuente de dinero que les solucione la vida… Me dan asco y lástima.

Entro y saludo a Raúl, hace poco es abuelo, desde que lo es está un poco más triste de tener que trabajar a su edad, pero fue la única forma en que el juez condonó su deuda con el casino, trabajando para él al menos 20 años, es el gerente, el Casino ha reducido mucho sus costos así y además les tiene prohibido jugar, la mayoría de su sueldo está embargado y ellos solo comen y trabajan, perdieron, la casa siempre gana y ellos lo sabían.

Al fondo está Zhang, sonríe frente a su máquina, es esta Cris dice mientras sonríe, mientras la soba, me agrada verlo, es feliz acá, mientras tanto camino a la ruleta, saco un par de fichas, me siento y saludo.

Hola Sebas, todo al 7 rojo, él suelta la bola y la ruleta gira.

Aleatorio

­—Hay una sensación que no olvido Doc, —dijo Mateo mientras estaba sentado frente a su psiquiatra, lo dijo con una tranquilidad genuina, después de tantos años Mateo había optado por llamarlo Doc, le parecía molesto usar su nombre propio, se sentía en confianza pero le estaba pagando y es difícil sentirse íntimo de alguien a quien tienes que pagarle por estar cerca, era la misma razón por la que nunca les decía el nombre a las prostitutas que visitaba, no pago por amistad, en algún lugar debía trazar una línea.

-Es, una espacie de mareo, de desorientación, recuerda las tazas de la feria, ese juego donde uno da vuelta y vueltas, donde se pierde de vista el norte y se deambula por un mundo que se precipita contra sí mismo, donde todo vuelve a uno, y todo se desdibuja, te tumbas en el suelo, cierras los ojos, pero igual todo se mueve, el mundo yira, yira, como dice el tango sabe, no para, no te espera, no te da chance, la gente suele olvidarlo, yo no, a mí esa sensación nunca me abandonó, cada paso doy siento que vuelve, las náuseas jamás se han ido…

El caso Doc, es que cada vez siento que toma más velocidad, una fuerza centrífuga me está consumiendo, siento la piel pegada a los huesos y a los huesos a punto de romperse, siento que el mundo, que el mundo está dentro, no sé si me entiende Doc, —Mateo había hecho una pausa, una pausa inquieta, sacudió con habilidad la ceniza de su cigarrillo dejando solo la brasa en un gesto sutil pero artificial, se nota que lo había practicado, se notaba como todo en él, que era producto de una fórmula, de un mecanismo, que le era impropio, nunca lograba apropiarse de nada, tan solo adaptarlo por la fuerza, con él nada fluía pero todo, absolutamente todo funcionaba, por eso eficaz como siempre, en ese gesto artificial como siempre dejó la brasa perfectamente expuesta.

Luego llevó el cigarro a la boca, inhalo y continuó hablando —¿lo ha sentido Doc?, ¿alguna vez ha sentido que el cuerpo se comprime tanto, que se siente disminuido?, que el mundo lo aprieta, ahorca, y rompe —era curioso que hubiera escogido esas palabras, pensaba el psiquiatra, él era como un alfarero, él ponía sus manos grandes, torpes y pesadas, sobre el mundo, él era su martirio, él precisamente él que se quejaba de cómo el mundo lo oprimía era el mayor opresor, todo el edificio lo padecía la gente a su alrededor estaba cansada de solo estar a su alrededor, su familia ya no tenía energía, su hijos estaban frustrados, a él le pagaban por entenderlo pero el precio era apenas justo para soportarlo, el portero del edificio, los empleados de servicios generales, la recepcionista, la propia administración del edificio había pedido de alguna manera los cambios de horarios para Mateo, y aún así, pero a los horarios incómodos, a los cambios repentinos él seguía apareciendo, era imposible de evadir, una molestia incontrolable.

—Sí, la he sentido Mateo, es abrumadora, una sensación normal pero asusta, perder el poder sobre uno mismo, sentir que el mundo puede dañarte, recordarte que eres vulnerable y que no todo está bajo tu control es intimidante y —No, no es esa la sensación Doc, yo no lo veo nada de malo a que el mundo sea un lugar hostil, así debe ser, el mundo es animal, lo único que me inquieta es porqué ahora pasa más rápido, por qué ahora, por qué justo ahora?

-La pregunta era retórica, pero la interrupción que mateo le había hecho lo había enfadado, así que contestó seco y directo, la pregunta tiene una respuesta obvia Mateo, una respuesta corta, aunque no va a gustarte, el mundo es animal, sus acciones también lo son, el universo no tiene consciencia, vos no le importas al universo y tampoco lo hace tu sufrimiento, simplemente es mala suerte, como la de todos, siempre hay un cretino que nos arruina la vida solo por azar.

La sabana: Casino

Se requiere cierta actitud especial, cierta habilidad para ser un buen dealer, hay que saber apreciarlo, porque de lo contrario es un trabajo soso y fácil, pero si se hace bien, si se cuenta con la disposición correcta, es el paraíso.

No se necesita como muchos piensan habilidad con las cartas o los dedos, el trabajo no tiene truco, no requiere de engaños, por el contrario, necesita de intuición, de sangre fría, solo algo comparte con la magia, la observación, hay que saber mirar, dónde mirar.

Los dedos tiemblan, pero solo en los primerizos, a los que la suerte les viene con adrenalina, si ves a uno que tiembla, puedes reírte un poco, es como ver un video de un panda torpe en youtube, no sabe cómo apostar ni cuando retirarse, no entiende el juego, pero lo juega, como los pandas bebes que hay en internet y que caminan torpemente o trepan sobre algún obstáculo, solo para caer, son ingenuos, y eso te hará sonreír, pero, al igual que con los pandas, no hay mucho más para ver, una vez se caen, se levantan nerviosos, un poco asustados y se van.

Luego están los intrépidos, suertudos, similares a los roedores y marsupiales que hay en internet: ardillas, hámsters, nutrias, ratas, nunca apuestan de más, y tienen una agilidad destacable, aunque parezca imposible, a final de mes no han ganado ni perdido un peso más allá de lo normal, como extraviar 10 dólares o encontrarlos en un viejo bolsillo del pantalón, no lo saben, pero tienen un don, el del equilibrio, caminan por la cuerda floja sin percatarse del peligro, sobre cables de alta tensión sin sentir una pizca de vértigo, te llena de adrenalina verlos, sufres con ellos, y quieres que lo logren pero al final caen, y se levantan, la clave con ellos es que debes verlos de manera frecuente, así que son mucho más divertidos de observar.

Luego están los carroñeros, cazadores furtivos, letales si quieren, y no juegan bajo las reglas, persiguen, olfatean a los heridos, a los moribundos, los tientan y luego los llevan a algún lugar clandestino a desplumarlos, son dealers de casinos clandestinos, muchos de ellos pagaran con sus vidas la adicción que los corroe, cuando llegan a ese estado, la verdad es que ninguno tiene ya mucho que perder, pero aún así ellos vienen a llevarse lo que queda.

Y luego están los que hacen que todo sea interesante, los cazadores, ellos nos buscan a nosotros, sin saberlo, y no a todos nosotros obvio, tienen también ese deseo de fingir, mentir, de asustarse y de acorralarnos, bueno no a nosotros, nosotros no apostamos nada, es el casino el que pierde, pero sientes cuando estás en frente de ellos que juega contra ti, que te acorrala, a los demás los ves sudar, sufrir, ves las argollas guardadas de los que intentan esconder la traición a sus promesas maritales, ves a los desesperados, que acuden acá en búsqueda de una señal divina, ternuritas, aquí la señal solo viene de abajo, ellos vienen queriendo duplicar sus soluciones y lo único que logran es una escalera real problemas.

Pero los cazadores, ah, gloria bendita, vienen te miran a los ojos, se ríen y entonces lo sabes, quien suda eres tú, no sabés él que está jugando, no sabes nada de su vida, no sabes si quiera si es su dinero, parece que no lo fuera, apuestan con fuerza, y sientes que te desgastan, pescadores, sí, te atrapan y te llevan de un lugar a otro, menguan tus fuerza, quebrantan tu espíritu y de repente estás nervioso, ya no sabes que preguntas hacer, ya no les animas a doblar sus apuestas, o a plantarse, olvidas tu libreto y sin saber cómo cierras con números en rojo, hay que aprender a reconocerlos si quieres durar en un lugar así, si te pillan tres veces seguidas, en un mismo mes, estás liquidado.

Una pista más, no los verás nunca en la ruleta, ni en los dados, a las tragamonedas ni si quiera se acercan, su vida y la nuestra está en las cartas.

Dios es un espejo

Dios hizo un trabajo mediocre hick, Pensaba Julián mientras sostenía su trago. El cuerpo es un instrumento, frágil, incómodo. Su trabajo no vale más que el de un mecánico o el de un vidriero, se quiebra con tanta facilidad que no merece ser alabado.

-Mirá Juan el corazón late 100.800 veces al día, glóbulos rojos, glóbulos blancos, encimas, cada pálpito lleva al cuerpo todo lo que necesitamos para vivir, y en cada pálpito también lleva nuestras emociones. Pero fue incapaz de evitar que el licor llegara al cerebro que nos nubla la mente, y si somos su obra, su creación, a su imagen y semejanza… es porque dios bebe pecados, se embriaga con nuestras penas, con nuestras miserias, dios también es un alcohólico.

Es por eso que somos así, vulnerables, arena en los dedos, licor en su mano, el mundo es su cava, camina por sus interminables pasillos tocando las botellas que son nuestros corazones, nuestras dudas y de repente dice:

uh cosecha del 87, Medellín, sangre joven, sabor a café, obsesión literaria, aroma pacífico, crecido en primavera, maridaje perfecto para las culpas y las derrotas… y plasssss se sampa media botella de un golpe… qué sabor, qué cuerpo, adobado con lágrimas y arrepentimientos… se le hace a uno agua la boca.

Luego nos deja en la estantería y espera a que nuestros dolores le hagan refill a su botella, a nuestros cuerpos, dios bebe de mi boca, y saborea mis pecados, tan culpable de ellos como yo.-

La tesis había silenciado la barra, el bar, la música de fondo acompañaba la noche de manera tímida y al igual de cómo estaba embotado el bar en la discusión, estaban embotados los borrachos en su trago y entonces Andrés revolvió el silencio:

-Jajajajajaja estalló en una carcajada, creo que estás muy borracho, estás llenó de culpas y trago, tenés que entender Julián que nada en esta vida se hace para quedar intacto, que los límites, los miedos y las culpas son diferentes para cada cuerpo, si dios ama el licor de nuestros pecados, no bebería botellas como un alcohólico atolondrado, tendría que beber coktails, sabría combinar los sabores, pensá por ejemplo una copa de adulterio, un vaso de lujuria, agitado, luego granizado y coronado por una rodajita de orgullo y miedo.-

-Vos decís eso por vanidad- interrumpió Juan al barman, y continuó -vos necesitás que dios sea un seleccionador consciente, porque es lo que vos haces, pero un verdadero amante del licor, bebe para no estar solo, porque incluso cuando está solo se siente acompañado de su propio pasado- y añadió servime lo de siempre.

La discusión crecía y los argumentos flaqueaban, todos los borrachos y los emborrachadores, exponían sus creencias, la teología de un alcohólico es algo que desborda en la literatura en algún momento y en una mesa una chica soberbia sonreía.

-Vos, vos que pensás que no haces sino reírte-, dijo el borracho que había comenzado con la discusión que como todo borracho en algún punto aunque acompañado por sus miedos se siente solo contra el mundo.

-Yo, creo que dios es un espejo, una idea que construimos para poder estar a salvo de nuestras decisiones y de nosotros mismos, para mí dios es un ladrón de ideas, y por eso estoy aquí, escribiendo un cuento.- y añadió, esta ronda va por mi cuenta chicos ah y a mí tráeme un cafecito.

Se pierde


A Checho y a Tito les gustaba jugar pin pon, pero no pin pon pin pon, sino pin pon con ideas, ellos se encontraban encendían un cigarrillo y después de una o dos palabras de calentamientos servían la idea que iba a discutirse. Esta vez fue Checho quien comenzó:

— No creo en verdades, el mundo, el universo es simplemente probable, no tiene reglas sino fenómenos y no existe un dios ni muchos dioses que controlen ningún destino, y si los hay, les somos completamente indiferentes, esto quiere decir que no tienen nada preparado para  nosotros, y que pese a que estén enterados de nuestra existencia, les preocupamos menos que un gusano de guayaba a una tía de pueblo.  Es bueno tenerlo claro y saber que entonces solo hay una posibilidad para nosotros, la ausencia de cualquier sino, estamos en manos de la suerte y la verdad ni siquiera ella espera a ver si gana cuando juega con nosotros.

Por eso no entiendo tu gusto por apostar, y más cuando me decís, que hay que hacerlo para ganar; siempre he sabido que cuando se apuesta, se pierde, por lo menos la tranquilidad, por lo menos durante el tiempo en que aún gira la ruleta, o da vueltas el dado, o siguen cayendo las figuras del traga monedas, se pierde la paciencia mientras que, el dealer, quema las cartas y luego, la carta, para abrir el poker, se pierde el control y se pierde la libertad.
 
Después se gana, incluso cuando se pierde, porque ya se ha recobrado no solo el poder, sino también la esperanza, que se perderá en la siguiente apuesta de nuevo: el azar es un en sí mismo una sola probabilidad, una moneda al aire y en el tiempo en que gira todo está perdido. —
 
Tito sabía que Checho sabía que para él la apuesta nunca era una apuesta tradicional, también sabía que Checho nunca se había planteado otra forma de perder que no fuera el dinero. Y fue ahí cuando aprovechando el espacio para darle un efecto nuevo a la idea y hacer que el juego se le saliera de las manos:
 
—Uno tiene que entender Checho que el dinero no es lo único que se pierde, fíjate por ejemplo en que uno no se despecha por quedarse solo, que el duelo se hace no para sanar heridas sino para listar las pérdidas, el desamor es un control de daños, porque solo existe una única tragedia y una verdadera traición, cuando ella se va, no se va sola, y hay muchas cosas que se marchan junto a ella. —
 
Checho abrió grande los ojos, tenía la mirada perdida, sabía que intentaba decir Tito, pero más sabía que esa bola no iba a ser fácil de contestar.
 
— No son los años, ni la ropa que nunca volverás a ver, no es el dinero que gastaste, ni el orgullo herido de saber que no sos vos el que la hace gemir, no es el quizá nunca volver a verla entrecerrar los párpados y blanquear la mirada, no, no es el que no volverá a humedecerte el sexo, ni los labios, no, el dolor, el daño, la ausencia es la de aquellas cosas que dejarán de ser tuyas. Te darás cuenta que tú canción, ahora es su canción, que no podrás volver a dedicarla que el solo pensarlo te hará sentir como un farsante, esa canción ya no es tuya para compartirla, ni podrás pensar en los versos de tu poema favorito, porque ahora ella lo recita, siendo sinceros Checho, no es ni siquiera el hecho de que ella las escuche, o los conozca, es que han perdido su fuero sagrado, no es por ella Checho, es simplemente que al igual que ella, ya no son tuyos, ni los cuentos, ni las notas, ni los versos, ni la película que solo a ti te gustaba desde un comienzo posiblemente, todo lo que fue ya no es tuyo —
 
Tito lanzo la moneda al aire y repitió las palabras que Checho ya conocía:
 
—El azar es una moneda al aire, una probabilidad y por el tiempo que gira todo está perdido—
 
Intentó defenderse —Pero volverá a estar en mi mano—
 
Pero era en vano —Sí y volverás a lanzarla—