Amargo

El primer café lo tomaba antes de que saliera el sol, seleccionaba los granos de una bolsa premium ya seleccionado, asegurándose que no tuvieran grietas, que estuvieran completos, se decía así mismo que necesitaba cada grano de cafeína que no podía permitirse perder ni una pizca.

Salía de su oficina con el molino en la mano y molía con un ritmo constante disfrutando el sonido de los granos al romperse, lo hacía caminando por la oficina, aparentemente despistado, con la mirada ausente, su recorrido mecánico, no alzaba se desviaba nunca hasta llegar a la cocina, allí sacaba una pequeña olla, medía el agua y la calentaba, vertía el café en una prensa francesa vertía el agua y mientras tanto lavaba su molino, dos minutos y medio después, salía con la prensa rumbo al balcón, un cigarro siempre prolijamente armado asomaba de su camisa lisa, gritando que era uno de esos hombre que todavía hoy planchaba su ropa, no con la vergüenza de quien lo duda pero no puede resistirse a la tentación, sino con la arrogancia de quien lo disfrutaba, no planchaba para sí mismo, sino para recordarle a los demás que estaban arrugados.

En el balcón se encontraba conmigo, saludaba cordial y siempre recordaba mi nombre, —Hola Andrés, decía sonriente mientras presionaba lentamente su prensa, qué tal todo, preguntaba formal y frío, con esa elegancia que solo la gente elegante tiene de recordarle a los demás que carecemos de gracia, yo asentía, sacaba un cigarro arrugado, y levantaba mi café instantáneo, y en ese momento, justo en ese momento el mierdecilla reía, vertía su prensa francesa en un mug especial y sonría, delicioso, uno de estos días te convido un poco para que pruebes un café de verdad decía, el imbécil lo hacía sin una maldad consciente, así son siempre los imbéciles, seguros de sí mismos, condescendientes e ingenuos, porque no solo creen que tienen razón, también están convencidos de estar en lo cierto.

Después del primer sobro aprieta los ojos, y los abre para regodearse de la calidad de su café, allí habla sobre el donde lo siembran, alrededor de cuáles árboles, del sabor que toma de estos, del cuidado con el que es sembrado, cosechado y producido, menciona que incluso, a pesar de todo ese proceso el elige cada grano antes de molerlo, para asegurarse de tomar lo mejor de lo mejor, lo escucho con hastío y asiento, mientras huelo mi café instantáneo, cierro los ojos y sonrío, no porque disfrute este café de mierda, nada más alejado de esa posibilidad, sino porque durante esos breves segundo en los que bebo no tengo que verlo.

—No sé cómo puede gustarte ese café, —dice, asiento sonriente, sé que le molesta el hecho de que alguien disfrute algo que él no puede o no entiende, me lo dijo hace unos meses, sé que no recuerda lo que charlamos, principalmente porque nunca le digo mucho, así que cree que estamos de acuerdo, asiento constantemente y eso lo hace pensar que somos iguales, en otros espacios seguro a alguno o alguna le ha hablado de nuestra amistad para demostrar que es un tipo humilde, y en ámbas cosas se equivoca, no somos amigos, y nadie que se jacte de ser amable con alguien como un acto de humildad a menos que en el fondo piense que es superior a la persona con la que dialoga… —En eso tiene razón le digo, —no sabes, no tienes ni idea de lo que puedo disfrutar y de lo que no, la segunda parte la pienso, pero la callo, —Me gusta eso de usted, es un hombre simple Andrés, —Dice simple, pero piensa en simplón, los mierdecilla no son buenos con las palabras, no suelen serlo, no tienen paladar para eso, sus delicadas papilas gustativas sus ausentes habilidades sociales le impiden comprenderlo, soy un amargo, lo sé bien, porque en el fondo a mí me quita el sueño este café oscuro y fuerte, pero a él, el sueño se lo quita el tenerlo todo y no saber disfrutarlo, prisionero de su corbatica, y de esa idea de realización y triunfo de quinceañero pobre.

—No, no soy simple, soy amargo le digo; se me acabó el descanso año, y feliz día me despido —son apenas las 4 am y su miedo a ser libre, lo lleva de la correa a sentarse en su oficina abrumadoramente sola, la odia, pero no lo sabe, tiene dinero pero no neuronas, un carro con silletería de cuero fino, pero no tiene piel ni tacto para la vida, pobre pienso, necesita tanto del dinero, que parece que quiere comprarse así mismo, mala suerte chico, la autoestima nunca está en oferta, él toma café todo el día solo para disimular que lo que lo mantiene despierto es que no sabe que ignora todo lo que vale la pena.

Raquelita Regia

La noche avanzaba en la misma medida que esa mujer se me metía en el cuerpo, ella toda aroma, toda feromona… iba invadiéndome con sus palabras, con sus risotadas estridentes y de fondo Jazz, fluido y articulado, la conversación: literatura, relaciones, posturas, ideologías, credos… las preguntas: ¿qué onda con los argentinos?, ¿placer o academia?, ¿una o dos Jarras?, ¿qué horas son?

Cerca de ella empecé a temblar a temer, a caer, el contacto con su piel tímido de mi parte fue electrificante, tenía razón pensé, si la toco con ganas me electrocuto… mientras que el estómago se hacía un paracaídas y brincaba al vacío.

Croquetas de queso, ágave con naranja, sus labios… el dedo en sus labios, sus labios mientras que habla, necesito concentrarme, sus ojos, su piel, su aroma… carajo están todas aquí… Matriushka mujeres, mujercitas, mujerzotas… Lacaniano repite, no recuerdo porqué, de nuevo estoy perdido en ella, no puedo ni recordar el nombre de Igatus Reilly… La beso ya o en un rato… carajo ya o en un rato, pero no hay forma de NO morderle la boca, prefiero caerme, estrellarme, hundirme en el intento, carajo es cuestión de tiempo, ya o en un rato.

Este maizal me embota la cabeza, caminamos por buenos aires, ella en una catedral de jazz, yo mi vereda favorita entre Borges, Cortazar y Macondo hilando mi camino a eterna cadencia, cadencia de sus piernas, de sus caderas, el corazón se me quiere salir por la boca, carajo ya o en un rato no hay más remedio.

Muñeca rusa, mujer partida, desenmascarada, me acerco más a su aroma, a su cuerpo, quiero besarle desde la punta de los pies hasta la punta de sus orejas de conejo, quiero lamerla, chuparla, morderla… estoy por perder el control, con su permiso filósofos, astrólogos y estrellas, ex amantes suyos y mías, no me aguanto más, y clavo mies labios en los suyos… repostería vegetariana lo mejor del mundo, no has probado tus labios querida, esponjosos, húmedos, tu lengua explotándote en la boca… mundo de sabores, estaré besando a todas las Matriushkas, me queda alguna por fuera, pierdo el sentido de la orientación, se me corren las gafas, me estrello contra su cuerpo, droga del amor, vos, tu cuerpo, tu lengua, droga del amor tus palabras…

La noche termina, el jazz termina, la madre ojalá esto no, no todavía.

Fondo blanco

Tomarlo todo, acabar con todo, terminarlo todo. Hasta el hastío
Don Julio

Prólogo era el nombre del lugar, pero nadie lo conocía por ese nombre, a los clientes de mi padre en su época les gustaba llamarlo Fondo Blanco pocas veces se bebía, contrario a lo que se imaginarían no era de un bar, sino un café y no hacía referencia al acto de destapar algún licor ponerlo en la boca y devolver la botella vacía a la mesa. No, el nombre venía de la imagen horrible del bloqueo creativo que sufrían la mayoría de sus visitantes. ―Pálida como una noruega desnuda, la hoja vacía al contrario de la noruega, es molesta a la vista, abruma y establece una especie de duelo entre quien la mirá y quien quisiera llenarla. No, no son la misma persona, el que puede escribe, el que no lee.

Parecerá una sentencia exagerada, pero no lo es, no hay por qué darle la oportunidad a quien se la niega así mismo, y críticos, no, este lugar no necesita críticos, nadie necesita críticos, snobs engreídos, son basura, mierda, diría mierda, pero no, la mierda es abono, el crítico no merece tanto, su palabra contra la palabra no merece ningún reconocimiento.

Un escritor que opina puede tolerarse, pero un cobarde que solo critica, uno que cedió ante la presión de otros que solo criticaban y prefirió unirse a su hueste de jueces que a tomar las palabras e ir al frente, no, no lo merece.

―El viejo estaba alegando cuando llegué y tuve que llevarlo y darle su medicina, cada vez los ataques son peores, se rehúsa a abandonar la época en que el café Prólogo servía de sitio de reuniones a una camada de jóvenes escritores, por desgracia ninguno triunfó nunca, pese al aprecio que él sentía por ellos, soñó en alguna ocasión en cómo al hacerse famosos ellos, también lo haría el café, y correría a transformarse en una librería donde solo se venderían libros seleccionados… pobre viejo, la realidad es tan distinta ahora.

La verdad es que era y sigue siendo un café tranquilo, y haciendo justicia también tendría que decirse que no se llama ya Fondo Blanco, una nueva tendencia nos llevó a nombrarlo El Barista, los hípster cambiaron el negocio, pero no a mi padre; ahora no había allí escritores, y nuestra clientela Tampoco era precisamente cercana a la lectura, teníamos libros sí, de decoración, y a los visitantes les encantaban, para adornar sus fotos de Instagram, la verdad es que estuvimos a punto de quebrar y el cambio a objetos retro sumado a la pérdida de memoria del viejo lo habían devuelto a los años cincuenta, con el cambio de estética hemos logrado sobrevivir, aunque el café ya es lo de menos, somos más como una cabina de fotografías de las nostalgias, el café casi tradicional ni se vende, ahora beben unas combinaciones extrañas, con métodos raros, tuvimos que contratar una Barista simpática, en el fondo creo que ella es la razón: Marianita, marianita, marianita… jum marinaita tiene una carita de esas cuidadas con las que se puede presumir un hecho a mano, parece una artesanía cuidada hasta en el último detalle, labios provocativos y elásticos… aunque bueno, esa es realmente la razón por la que yo sigo viniendo, la de ellos, los viejos nuevos, así me gusta llamarlos, es el wifi (el más rápido del barrio) y las fotografías, “café excelente para realizar sesiones de fotos para Instagram” una “influencer” dejó ese comentario en Trip Advaisor y las cosas han empezado a mejorar, pero a este paso vamos a tener que llevarnos al viejo.

Marianita me llama cuando alguien lo altera y yo corro a verla, sus labios parecen gomitas, y está adornada por pequitas en el pecho y la espalda; es un confitico, de esos ricos, de esos pequeñitos, que sabe uno que al tenerlo en la boca va explotar y a abrumar las pupilas gustativas con mil sabores, verla, ¡ay!, verla es enamorarse, o al menos, excitarse.

Pequeñita, porque de eso tan bueno no dan tanto, el caso es que ella, el wifi, la decoración y el comentario de la influencer son realmente la única razón por la que el café está prosperando, papá solía decirle a sus clientes: ¡Vamos chicos, hasta el fondo!, ¡beberlo todo chicos!, ¡no dejen nada!, ¡qué todo se acabe, hasta el hastío!, de esas tres arengas había nacido el nombre pues cuando lo abrió solo se le había ocurrido llamarlo Prólogo, creía erróneamente que era ahí donde comenzaban los libros pero ahora, y gracias a sus bramidos era Café Fondo Blanco, y sin que él nunca lo sospechara resultaría premonitorio, de su Café, ya no quedaba nada, el tiempo lo había tomado todo, acabado con todo, terminado todo. Bueno no, le había dejado para su falta de juicio el el hastío y a mí a Marianita.

Dios es un espejo

Dios hizo un trabajo mediocre hick, Pensaba Julián mientras sostenía su trago. El cuerpo es un instrumento, frágil, incómodo. Su trabajo no vale más que el de un mecánico o el de un vidriero, se quiebra con tanta facilidad que no merece ser alabado.

-Mirá Juan el corazón late 100.800 veces al día, glóbulos rojos, glóbulos blancos, encimas, cada pálpito lleva al cuerpo todo lo que necesitamos para vivir, y en cada pálpito también lleva nuestras emociones. Pero fue incapaz de evitar que el licor llegara al cerebro que nos nubla la mente, y si somos su obra, su creación, a su imagen y semejanza… es porque dios bebe pecados, se embriaga con nuestras penas, con nuestras miserias, dios también es un alcohólico.

Es por eso que somos así, vulnerables, arena en los dedos, licor en su mano, el mundo es su cava, camina por sus interminables pasillos tocando las botellas que son nuestros corazones, nuestras dudas y de repente dice:

uh cosecha del 87, Medellín, sangre joven, sabor a café, obsesión literaria, aroma pacífico, crecido en primavera, maridaje perfecto para las culpas y las derrotas… y plasssss se sampa media botella de un golpe… qué sabor, qué cuerpo, adobado con lágrimas y arrepentimientos… se le hace a uno agua la boca.

Luego nos deja en la estantería y espera a que nuestros dolores le hagan refill a su botella, a nuestros cuerpos, dios bebe de mi boca, y saborea mis pecados, tan culpable de ellos como yo.-

La tesis había silenciado la barra, el bar, la música de fondo acompañaba la noche de manera tímida y al igual de cómo estaba embotado el bar en la discusión, estaban embotados los borrachos en su trago y entonces Andrés revolvió el silencio:

-Jajajajajaja estalló en una carcajada, creo que estás muy borracho, estás llenó de culpas y trago, tenés que entender Julián que nada en esta vida se hace para quedar intacto, que los límites, los miedos y las culpas son diferentes para cada cuerpo, si dios ama el licor de nuestros pecados, no bebería botellas como un alcohólico atolondrado, tendría que beber coktails, sabría combinar los sabores, pensá por ejemplo una copa de adulterio, un vaso de lujuria, agitado, luego granizado y coronado por una rodajita de orgullo y miedo.-

-Vos decís eso por vanidad- interrumpió Juan al barman, y continuó -vos necesitás que dios sea un seleccionador consciente, porque es lo que vos haces, pero un verdadero amante del licor, bebe para no estar solo, porque incluso cuando está solo se siente acompañado de su propio pasado- y añadió servime lo de siempre.

La discusión crecía y los argumentos flaqueaban, todos los borrachos y los emborrachadores, exponían sus creencias, la teología de un alcohólico es algo que desborda en la literatura en algún momento y en una mesa una chica soberbia sonreía.

-Vos, vos que pensás que no haces sino reírte-, dijo el borracho que había comenzado con la discusión que como todo borracho en algún punto aunque acompañado por sus miedos se siente solo contra el mundo.

-Yo, creo que dios es un espejo, una idea que construimos para poder estar a salvo de nuestras decisiones y de nosotros mismos, para mí dios es un ladrón de ideas, y por eso estoy aquí, escribiendo un cuento.- y añadió, esta ronda va por mi cuenta chicos ah y a mí tráeme un cafecito.