La otra memoria

Una de las cosas que hemos dejado de valorar es la posibilidad de olvidar, parecía buena idea poder guardarlo todo, era un sueño cuando los disquetes tenía la capacidad de 1.44 mb, cuando además somos conscientes de que en realidad nada ha ocurrido como lo recordamos.

Por lo general el olvido aparece en nuestras vidas como un traspié, grandes inventos deben haberse olvidado, aunque no faltará el mequetrefe que diga que “si hubiesen sido tan grandes no habrían sido olvidados”, papanatas, olvidan que todo gran invento comienza con una pequeña idea, y que en ese estado es frágil… pero no olvidemos de lo que hablamos, del olvido, del bien que nos hace olvidar siempre y cuando, no sea, la fecha de pago del recibo de los servicios, o tomar la pastilla anticonceptiva, y esos momentos donde pese a la familiaridad y entusiasmo con que nos saludan en la calle, el nombre del extraño no viene nunca a nuestras mentes, para los demás momentos, el olvido tiene valor terapéutico.

El problema, es la otra memoria que hemos olvidado, la digital, uno ha seguido con su vida, los años han pasado, y de repente Facebook te dice que hace 8 años estabas con la mujer de tu vida, esa otra vida que ya no recuerdas, comiendo un helado, una frase célebre de un autor al que ya no le guardas culto, una cerveza con un amigo de quien ya no sabes si vive aún, esa sonrisa tonta y pedante con la que te gustaba cerrar las discusiones; o cambias el celular y de repente recuerdas a otras mujeres de otras vidas casi posibles, tan cercanas, historias que, aunque cortas fueron intensas y de repente como toda promesa rota, dolorosas.

Así también nos agarran abajo las etiquetadas en redes, los TBT, se nos ha negado el olvido y el olvido es un regalo, no se puede vivir aquí si se recuerda todo, de hecho las sobrecargas de memoria generan crisis nerviosas, amargura e ira, por eso todo hombre con buena memoria es en esencia desdichado, carga consigo no solo su día ni su mes, ni su año o sus años, carga con él la vida de los demás y su contexto, sí, suelen ser prudentes, o sabios, buenos conversadores y ofrecer a pesar de sí mismos consejos para los demás, pero su melancolía nunca se extingue, por el contrario, crece con cada recuerdo, sin embargo, incluso ellos olvidan, solo que olvidan menos.

Recordar antes era un viaje para el que te preparabas, había calentamiento, buscabas el álbum de fotos que querías ver, las diapositivas que ibas a proyectar, el video casete que ibas a reproducir, ibas a hacia los recuerdos por una acción inducida, voluntaria, hoy es diferente y por eso poder olvidar es un regalo.

Intenten recordar su vida sin notificaciones, sin urgencias externas, solo con su deseo, un día a la vez, un solo anhelo, sin angustiarse por un led que cambia de color recordándoles a donde ingresar, qué ver, qué leer, intenten, solo por un segundo verlo como se los pido, hagan las pases con el olvido, con ser olvidados, porque va a pasar, pero eso es lo natural, lo importante, lo real no tiene medida mínima de tiempo, fuimos, debe bastarnos con eso, porque no hay vuelta atrás, pero eso es lo importante, que entendamos que fue real; seguiremos queriendo por instinto, anhelando por reflejo, y podremos volver accidentalmente a algunos lugares comunes, y ver de lejos ese momento, pero no será a voluntad ni orden ni progresivo.

Recuerdo que mientras hablaba el especialista de enfermedades degenerativas no había dejado de jugar con la historia clínica, ni de mirar con una especie de lástima y dolor a la familia, y cuando terminó de darle vueltas al asunto, explicó que la enfermedad avanzaría devorando los recuerdos, que con el tiempo todos iban a desaparecer, incluyéndome, —como Benjamin Button— dijo, aunque solo mentalmente, mi cuerpo envejecerá con normalidad, pero será un cascarón, el daño va a ser tan grande, que yo dejaré de existir en 3 años, mi cuerpo seguirá aquí ocupando un espacio en un acogedor silencio, olvidaré leer y escribir,  a mí me omite, quizá nunca le ha dado esta noticia a un escritor, quizá es venganza, quizá él no quiere ser olvidado.

La otra memoria, dice para terminar, siempre me mantendrá vivo.

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