Comienza

En marcha

Las calles estaban repletas, paraguas, carteles, colores, el ambiente era confuso, quienes marchaban lo hacían felices, cada persona a su lado los hacía sentirse en lo correcto, les daba esperanza y los motivaba a seguir marchando, cada grito a su lado, cada arenga, era gasolina para sus intenciones, y sentían que todos eran iguales, les validaba la necesidad de sus demandas, cada uno pensaba lo mismo, sin saber realmente si pensaban igual.

Junto a ellos el estado, haciendo todo lo que no debería hacer el estado, temer, sentirse minoría, cuando el estado sale a la calle pierde su imponencia, sus edificios coloniales, sus amplios patios de palacio, su vasto territorio, su burocracia desaparece, la calle tiene un solo poder, la mayoría, y el estado, quienes lo conforman no quienes lo sirven son siempre minoría, por eso los apabulla lo que pasa, por eso a las marchas el estado no asiste caminando, sino detrás de los escudos.

El ambiente al otro lado era a todas luces tenso, si las arengas animan a los que marchan, a quienes las gritan pueden provocar dos estados, y eso dependerá de por qué están allí, vistiendo el uniforme que visten, algo hay que tener presente, la lucha de quienes caminan es por alcanzar más beneficios, aunque ellos ya cuentan con algunos que quienes custodian no pueden siquiera imaginar, no solo eso, ellos pueden reclamar cuando no se les cumple, pueden pedir más cuando les parece poco, pero la necesidad los ha convertido a ellos en institución y no en ciudadanos, no hay en ellos individualidad, negarse a cumplir una orden es perder el empleo, perder el empleo es perder el sustento de su familia, perder el sustento de su familia… ni pensarlo, hay que estar ahí, con el escudo frente al rostro, siendo el escudo del estado. El otro tipo de convocados tiene rabia, con todo, con todos, solo necesitan una excusa, un paso en falso, una pedrada que cuando la reciben, incluso la disfrutan, la necesitan, también por eso se quitan la armadura de plástico, se visten de aquello que odian y desde el otro lado la lanzan a sus compañeros y cuando al fin sucede todo es fiesta, pueden romper brazos, cráneos, si la multitud muerde el anzuelo y se enfurece lo suficiente, —reventar a uno de esos hijueputas.—

El estado teme, teme porque sabe que quienes marchan son escudos, saben que marcha significa movimiento, que movimiento es cambio constante de estado y temen porque si cambian los estados, el sistema que ellos dominan deja funcionar, y eso ni pensarlos, la presión es algo que el estado no le gusta sentir, cuando hay presión te toman decisiones con cabeza caliente, y caliente, caliente ya está la marcha, no hay violencia, no hay desmanes, desplazan y rechazan a los que empiezan a rayar, a los que intentan sabotearlo… están en marcha, no en pie de lucha, están en movimiento y las trincheras, las últimas trincheras son quienes divulgan, quienes cuenta, necesitan que digan aquello que a ellos les interesa que se diga, pero por cada cámara de televisión hay 100 celulares afuera y con tantos ojos viendo, a quién van a creer.

—Y entonces qué putas vamos a hacer— dijo por fin exasperado el Secretario de estado

—Dejarlos marchar, no tenemos otra opción— dijo por fin el Secretario de relaciones públicas

—Y luego qué— preguntó de nuevo el Secretario de estado

—Luego… luego veremos— contestó el Secretario admitiendo su derrota.

—Y la fuerza— volvió a preguntar el Secretario de estado

—La fuerza, la fuerza sería mal vista, no entendió nada de lo que acabo de explicarle el sociólogo, se lo explico con física entonces, una acción tiene una reacción, la segunda ley de Newton si sobre un cuerpo en movimiento (cuya masa no tiene por qué ser constante) actúa una fuerza neta: la fuerza modificará el estado de movimiento, cambiando la velocidad en módulo o dirección. En concreto, los cambios experimentados en la cantidad de movimiento de un cuerpo son proporcionales a la fuerza motriz y se desarrollan en la dirección de esta; esto es, las fuerzas son causas que producen aceleraciones en los cuerpos.— contestó el Secretario con una pedantería justificada, pues sabía que el otro secretario no entendía nada diferente a lo establecido, ni las ciencias sociales, ni las exactas, acostumbrado a mandar toda su vida, sin tener que haber estudiado o logrado nada por mérito propio había alcanzado su puesto por coincidencia, estando en el lugar adecuado en el momento adecuado, debería ser Secretario de oportunismo, de eso sí sabía.

—Vea gran guebón, yo lo único que le entendí es la orden que voy a dar, así que ya saben si esos hijueputas actúan lo revientan, déjenlos marchar, síganlos, síganlos a las casas, a las universidades, a las escuelas, sigan a esos perros, y al que se mueva fuera de lugar… la fuerza—

Esa había sido la orden, en televisión la habían dado diferente, habían dicho que respetarían la protesta, pero que cuidarían el derecho a la tranquilidad, por eso el ambiente era tenso, por eso unos avanzaban cantando y los otros esperaban con miedo, y los otros esperaban con rabia, lo único cierto es que la marcha ya había comenzado.

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