Cazadores y presas, la vida es simplemente binaria.
—Juliana está cazada, sí con z, no es un trofeo sobre una chimenea, la cazaron, pero no está muerta, tiene fuego aún en la mirada, no da vueltas en jaula, la ignora, no sucumbe ante el parloteo de las loras vecinas, ni ante el vuelo de las visitantes… ella también cazadora solo aguarda, los colmillos ocultos, las garras escondidas, la voz, su rugir, su rugido, en silencio.
Así son las Leonas, esa prisión ficticia no las inmuta, no las cansa, es pasajero se dicen, y recuerdan la boca empapada de sangre, los gemidos rasgados de una gacela, búfalo, new o jabalí ahogándose en su boca, haciendo gorgotear la sangre, ella recuerda a un León que la monte 256 veces seguidas en el mismo día, ella recuerda otras leonas con las que comparte sus presas.
—De qué mierda estás hablando
—Dejate contar
—Pero dijiste que ibas a hablar de una vieja, de tu sacrificio voluntario
—A eso voy, dejame, la idea la tuve hace unos días, aunque no conocía a Juliana en ese momento, se la debo a Dalí, no el pintor, bueno no el que vos conocés, él contaba la historia de un hombre y una mujer que vio en un programa de supervivencia, de esos en los que son solo dos personas, un equipo de producción, transporte y servicio médico cuando lo necesites, de esos vacíos y sin ningún rollo real, televisión pura y dura, el caso es que había un Neardental y una Hadita, es decir un hombre tosco, sin tacto, de los que puede afeitarse con una roca, y una nena hippie, blandita, de las que no come nada que produzca sombra, en fin que el programa los pone en una situación donde el capitán cavernícola caza un jabalí y para celebrar lo insultaba cuando estaba en el suelo, le recriminaba su falta de astucia y poder, mientras se aclamaba como el mejor guerrero.
La Hadita se le enoja y le pide respeto, pero no porque matarlo, sino por mofarse, le pide gallardía y orgullo al eslabón evolutivo, le recrimina su falta orgullo, su poco honor, la cosa es que el tosco entiende, y cuando Dalí me contó, entendimos algo, un cazador no se precia de presas, un cazador come, si sos un cazador no necesitás humillar al otro en la derrota, es más una buena presa es por decirlo un sacrificio voluntario, una buena pelea, no se rinde, no se vuela, no juega sucio, por el contrario cuando siente que el cazador necesita adrenalina encara, cuando intuye que se cansa y cree que puede escapar, siente el dolor de sus piernas y se reconoce exhausto y perdido, pero entonces planta cara, ataca, quiere su honor en la batalla, quiere que su alma arda antes de entregarla.
—Te volviste a ver el rey león trabado
—Dejá, no me cortés
—Seguí, seguí, pero te juro que cansas
—Bueno, ya, el rollo es sencillo, Juliana es una cazadora cazada, y me vio, y el instinto le está empapando la tanguita, la humedad se le escapa y le chorrea por las piernas, y yo, la provoco, la miro y le sonrío y puedo ver esos ojos con ganas de dar pelea, la tiento y le temo, porque se le ven las ganas, tengo aún la ropa puesta porque ella lo quiere, no estoy en una cama porque ella aún no lo permite, juega con su lengua en la boca y yo la siento en el cuello, en las orejas, me habla de sus orgasmos, de sus tetas y yo quiero embestir, quiero entregarme y dar lidia, pelea, quiero el dolor, el cansancio, vos sabés que a mi edad un buen polvo deja hecho polvo.
—A tu edad el polvo viene en pastilla, y hecho polvo te deja agacharte a buscar las pantuflas
—No, a esta la encaro sin pastillas
—A tu edad, te mandas hasta pastillas para resistir las pastillas
—Pero esa vitalidad se pega
—Cuántos años tiene
—25
—Viejo loco, a tu edad esa leona no es un polvo, es un infarto
—A mí edad y es un último capricho, llamémoslo, un sacrificio voluntario.