Dar las gracias

Desde la primera vez que le habían pedido que se tomaran de las manos para dar las gracias antes de comer, supo que él también quería hacerlo… que necesitaba una tradición, un ritual, que la próxima vez extendería sus brazos cerraría los ojos mientras olía el delicioso aroma del banquete que iba a darse y agradecería por el favor otorgado.

Y es que él solo había agradecido de manera previa en los momentos importantes de su vida, cuando su equipo marcaba gol en tiempo de adición, cuando Franco rebotaba para sacar el balón 3 veces seguidas, o cuando a doce pasos les gritaba: no aquí, no ahora, no mientras yo viva, y cuando sus profesores no pronunciaban su nombre a la hora de entregar las tareas que se revisaban al azar; sólo en esos momentos en los que no quedaba duda de su poder ni de su infinita misericordia, pero nunca como un gesto real de agradecimiento sino más de alivio, por eso, sabía que si tenía que dar gracias por algo sería justamente en ese momento.

Así que aguardaba sonriente el momento correcto, la situación y el platillo adecuado, no se puede ir agradeciendo cualquier cosa, porque también se pierde el sentido del agradecimiento, pero finalmente llegaba la oportunidad, cena el lunes a la noche decía el mensaje y él ya podía imaginarse la secuencia:

El olor invadiéndolo, llenándole, derritiéndole la voluntad servida frente a él, manjar de manjares, la boca salivando, imaginando la textura, el sabor la consistencia… ese era el momento, no habría mejor ocasión, y entonces en ese momento alargaría sus manos, sus dedos temblorosos y con una voz entusiasmada y asustada pronunciaría en voz alta: Te doy gracias por este momento y el placer venidero…

Acto seguido bajaría la mirada, se saborearía y lamería sus labios mientras el corazón el marcaba un redoble acelerado. Ella estaría desnuda sobre la cama, las piernas abiertas a la altura de su rostro, y él arrodillado sonriente pondría sus manos en los muslos, la halaría hacia el borde de la cama, besaría suavemente sus muslos para acercarse más y más, posaría su nariz de manera juguetona, empujando, palpando para lentamente empezar a lamerla, mordisquearla… sintiéndose por fin agradecido.

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