El apartamento era sofisticado y rústico, amplio, una sola pieza que te hacía sentir conquistador de todo el mundo conocido y visible, desde la cama podías llamarte terrateniente de todo el lugar, más que apropiado sin duda alguna para un soltero.
La ausencia de una comedor o de una sala transmitía la misma informalidad que siembre se buscaba en los parque y los bares, y sin duda alguna expresaba su propia visión de la vida, pragmatismo pleno, un espacio abierto, lo único encerrado aparte del baño era el cuarto, porque al pudor no hay minimalismo que lo contenga.
-Este sí es un lugar para vos- le dije sin dudarlo un segundo, y continué –aquí sí podés decirle a una mujer, bienvenida, quiero que sepas que este es el momento de las falsas promesas, y por eso quiero que te imagines con las piernas abiertas sobre esa mesa, desnuda y sobre mí en esas tres sillas, y que veas bien esa barra donde vas a tener que apoyarte mientras resistís cada embestida, cada penetración que irá cargada con deseo, con el miedo de que sea la última vez y con el terror de que quizá no lo sea. –
Sonreímos, ese sí era un apartamento de soltero, después fuimos al balcón, amplio, alargado y oscuro, servimos cerveza, prendimos un par de puchos y comenzamos a hablar.
No quedó Quijote sobre rocín en parte por mi intensión explícita y tácita dedicarme únicamente a las letras y por su apatía a la academia, Mario Mendoza, un escritor bogotano encendió las brasas…
No digan ustedes nunca que el quijote está loco, dice que le dijeron a Mario durante una clase en España, él al igual que todos aquellos que escriben son simplemente y libremente reinterpretantes de la verdad, mentirosos como diría Hernan Casciari, luego prosigue si dijeran ustedes que el quijote está loco, habría que decir y aceptar además que todo niño que juega a ser astronauta, vaquero, policía lo está… Salvo por el último niño, que pudiendo ser por lo menos Robocop elige ser un simple polizón, pudo ser detective, o superhéroe pero se contenta con la placa y el kepis, salvo por ese coincido con él, no se puede llamar al Caballero de la Triste Figura loco, o falto de juicio, cuando está claro que solo está inundado de nostalgia y voluntad.
No estudies me dice el pragmático, agarra esa plata y andate a vivir, a escribir, a ese olvido terrenal libre de cualquier ambición y desprendete del ego que quieren que te llamen por un nombre, dejá los títulos, que después de 4 años como docente de posgrado puedo jurarlo, dice él, la academia no es más que un nombre…
Batea al aire, no hay nada que romper, no hay cranck, ni plash, ni boom, ni una grieta, mirá pragmático no es el nombre, no quiero caminar sobre tapete de títulos académicos, yo quiero ir allá para conocer a otras personas con intereses literarios, con dudas literarias, aprender técnicas, recursos, estilos, yo simplemente quiero formarme mejor para escribir mejor, al carajo con los títulos, salud por su ausencia, yo no quiero que me nombren ni nombrarme… Yo solo quiero escribir.
La discusión desvaría, tiene encausada su cruzada, ni un magister más, y yo tengo clara la mía, escribir, ahogarme en este tintero mientras bebo y mientras fumo, mientras vivo, y sobretodo mientras me muero, en ese segundo preciso, ya sé que nadie es lo que lo nombran, porque todo hombre no es más que su obra.