A imagen y semejanza

—En las sillas de un bus me han pasado muchas cosas, comencé a contarle a la chica que estaba a mi lado sin prestarle mucha atención a si me escuchaba o no. Supongo que era parte de esa cascada de pensamientos; la verdad es que igual me había sucedido a mí cuando -sin estar seguro de quererla o no-recibí la imagen, y ahora no podía desprenderme de ella. Por fortuna preguntó.

—¿A mí me habla?, —no me había fijado en su cabello ensortijado, negro y oscuro, no había notado tampoco sus labios gruesos, y por alguna razón tampoco había notado sus ojos, a todas luces retóricos y parlanchines, de sonrisa escandalosa-esa mujer podía contarte el quijote en una mirada, regalar un jardín de delicias en un guiño, pero era intrascendente, quería desearla, pero la imagen seguía allí y me fue imposible, así que aproveché su respuesta para decirle: No estoy seguro, creo que aún hablo conmigo, disculpe, no quiero molestarla, pero es difícil, no he dejado de pensarlo. Quizá solo hablaba en voz alta, no tengo nada específico qué decirle, pero siento también la pulsión de contárselo todo. Verá, es interesante, y la verdad es que aún falta mucho para que nos atiendan a alguno de los dos- le dije-pensando en que llevábamos un rato sentados y la chica de la recepción había sido clara en que con 2 médicos menos, el consultorio de exámenes laborales iba a prolongar su tiempo de atención; el caso fue que ella asintió y yo pude contarle.

Tengo un amigo, es muy creyente, una de esas pruebas de que la fe es inútil y poco próspera, que no mueve montañas ni persuade voluntades -es una forma de hablar, no pretendo ofenderla si es creyente- pero si lo conociera entendería que si él no tiene un granito de mostaza, nadie lo ha tenido nunca. El caso es que toda su familia ha muerto, su esposa le ha dejado y para colmo su trabajo ha sido eliminado a causa de un recorte, él ni siquiera se ha inmutado, estóico, digno, ha velado a sus hijos, y sus padres, él mismo le ha ayudado a sacar sus maletas y sus pertenencias en un acarreo a su ex mujer, un acarreo en el que quien conducía era su amante. No la increpó, no la insultó, no desahogó su rabia más que en una profunda calma, créame si antes de la tempestad viene la calma, de ese hombre vendrá el fin del mundo. Pero no viene al caso su resiliencia, ni su ingenua y apostólica capacidad de permitir que se haga en la voluntad de su señor, no, no tiene nada qué ver.

El hecho es que la idea me ha sorprendido de golpe, y si dios no fuera nuestro dios, ¿se imagina ser solo un juguete quizá para un ser cósmico, para un universo en expansión?, ya sé que suena ridículo, pero medítelo, ¿y si el universo fuera un gato?,¿ lo ha pensado? cumpliría con todos los criterios: el trato frío e indiferente, las buenas épocas que a veces nos ronronean y las malas rachas que nos arañan todo. El universo es a todas luces un gato, a imagen y semejanza, indiferente, caprichoso, adicto al caos, perezoso y demandante, independiente de cualquier plan, o conducta, ¿puede imaginarlo?Va por ahí con su paso tranquilo, echándose de espalda en los planes del destino, rompiendo estrellas consumido por el deseo de atrapar la luz impalpable, ¿conoce la historia de Quelona?

—¿Debería? —Preguntó ella casi indignada, —No, no debería, son gajes del oficioos libreros sabemos mucho de eso que a nadie le importa. Sucedió, si es que sucedió, en Grecia, lo que se conoció como el reino ático, allí se difundió alguna vez el mito de que el mundo iba a espaldas de una tortuga, otras culturas la llaman Aspidochelone, una tortuga con un continente a su espalda, una isla. No tiene importancia como le digo, son solo datos estúpidos, pero me hacen pensar en que bien podría no ser una tortuga, sino un gato, no ser el mundo, ni un continente, sino el mismo universo entero, la voluntad de un gato, ¿lo imagina? ¿Ser solo una proyección, una imitación de una creación, o quizá una programación desfasada de un niño intergaláctico que ha creado una inteligencia artificial que emula el comportamiento de su mascota intergaláctica?, ¿lo imagina?, No negará que tengo razón, que cumple al pie de la letra la posibilidad.

—Cielo —llamó la enfermera de la recepción, y ella se levantó con una gracia felina, sonrió estirando la comisura de los labios a la mitad de sus mejillas y solo respondió Miau.

—Sigue mal Rosita, auméntele la dosis, aún desvaría, y continúa disociado, no reconoce la partida de sus hijos y sus padres, no habla de la pérdida de su mujer, ni de nada, habla de él como un tercero al que no conoce pero admira, el shock le ha borrado la mente. Serviría tanto si pudiera recordar y decirnos qué tomó, en qué cantidad, pero es inútil, hoy está bastante creativo, ¿sabe qué me ha dicho?, ha encontrado la forma de crear una teoría en la que el tiempo, y el universo son un gato.

—Miau, respondió Rosa. Con una sonrisa marchita, con la esperanza triste, con el dolor en la garganta.

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