A las puertas de

—Era de noche y estaba cansado, era de noche y estaba muy cansado, pero no le pesaba el cuerpo, el esfuerzo había sido mental y emocional, vacío, la vida era vacío y aunque en el vacío no hay nada, el vacío pesa.

Las noticias esa semana no habían sido fáciles, el Alzheimer prematuro, como todo en su vida, al igual que la fama y el dinero le llegaba demasiado pronto, ahora se enfrentaba a una idea, su idea se perdía, su vida, la posibilidad de vivir, o de ganarse la vida que para un hombre acostumbrado a hacerlo es tan fatal como el cáncer.

Con todo eso en su cabeza, con cada dolor, y cada angustia en su mente, caminó pateando una piedra, una piedra que a su vez era una idea, la idea de él mismo; caminó pateándose, para recordar que la vida lo estaba haciendo, pateaba con furia, como la vida lo estaba pateando y por primera vez, decidió que debía ceder al vicio, la virtud lo abandonaba y esa era la única señal posible.

Cuando terminó de patear la roca, frente a él estaba el gran anuncio: Jardín de Las Delicias, sí el vicio era lo opción, la señal estaba clara, sacó su celular y buscó el nombre en internet, “pub erótico” show temático, las reseñas eran positivas, y mientras pensaba si entrar o no, la chica del show pasó a su lado —No lo piense tanto, aunque la verdad adentro no pasa mucho, todos se acobardan, hace unos días vino uno, lo sacamos al escenario, podía masturbarme con un dildo, si hubiera sido realmente un hombre hubiera hundido su cara entre mis tetas, o me hubiera hecho sexo oral delante de todos, por lo menos se hubiera animado a tocarme las tetas, pero el imbécil solo me sobaba el tobillo, aunque tenía iniciativa, era torpe y tierno, pero es casi ofensivo, no soy una mujer para dejar pasar, no busco lástima, ni perritos lastimeros, me gustan los hombres que pueden someterme, y vos tenés cara de ser, aunque tenés los ojos llenos de angustia y de dudas —No son dudas, bueno no sobre lo que propone, coincido no es una mujer para dejar pasar, quizá por eso él no la tocó más, porque cuando una mujer es muy fuerte, el brío tiembla, el animal se doma, quizá era un gran amante, quizá solo un cobarde.

—Los susurradores, son unos Indios de la Pampa, que doman a través de la caricia, jamás le sacude un golpe, porque lo trata con paciencia sin igual, hasta que al final se le entrega dócil el animal, pero no viene al caso, los que vienen acá tienen pinta de entenderlo; —De repente notó que ella lo veía, que le hablaba, y la saludó —Hola, perdón, dice que no vale la pena, pero eres el show central —Ella lo interrumpió de inmediato —Me refiero a que no es lo que se espera, no es lo que suele buscarse, no vas a encontrar sexo gratis, no es una orgía romana, no es Sodoma ni Gomorra, aquí no hay un circo de perversiones, la mayoría nunca se deshace lo suficiente de los miedos, se temen, así que si buscas vicio, porque tenés ojos de hacerlo, no vale la pena —Entiendo, sí estoy en búsqueda de dejarme caer en algo, húmedo, en un sexo eléctrico, un sexo que parezca una ventosa, empapada, que succione de mi la vida que he vivido, la esperanza del futuro con el que soñaba, busco donde naufragar, simplemente, no tengo ánimo para nada más —Así son los rotos, sin esperanza los hombres son atrevidos, pierden el pudor, la fe, el miedo, los hombres vencidos, son mis favoritos —Es una invitación —No cariño, es una posibilidad, vos no entrás con nada asegurado, aquí no venís a hacer lo que querés, la esperanza da un ahínco innecesario, me gustan los derrotados, así que si no podés asumirlo no crucés esa puerta.

— Él sacó un cigarro y lo puso en sus labios, ella se lo encendió, y durante toda la noche llevó con paciencia el cigarro a sus labios, con calma pensaba “sería tan malo perder la memoria”, mientras que fumaba la gente a su alrededor entraba y salía, salía oliendo a sexo, salía cansada, agotada, salía y sonreía, adentro había vida, él no quería más, había una trampa, “si entraba y no iba por la gloria de su carne, sería como el cobarde que le acariciaba el tobillo, pero si entraba airoso y con fuerza en su búsqueda, sería rechazado porque le habría arrebatado su poder a ella”.

“Había otra opción”, pensaba, mientras fumaba al lado de la puerta, “ella era peli roja, alta y delgada, así que podría entrar y buscar una mujer diferente, opuesta, voluptuosa, de piel morena, podría entrar y hacer amigos, invitarla a subir al segundo piso del que hablaban en la reseña, convencerla de subir con ellos, ser ese macho brioso que ella quería, pero no con ella, caminar desnudo por todo el lugar, penetrarla a ella a la otra y no a ella delante de todos los ojos, incluso de los delante de ella la de fuego, robarle su fiesta, su show y hacerlo suyo”, podría, podría hacerlo.

Sonreía pensándolo, sonreía frente a una pared blanca, sonreía con una erección en sus pantalones, sonreía mientras la enfermera, los doctores, y los pacientes pasaban a su lado. Tenía 38 años, hacía solo 8 que de manera prematura un cáncer en su cerebro se había desarrollado y afectado su memoria, Alzheimer pensaron en un comienzo, era mucho peor, ahora hablaba, sin saber de que hablaba, vivía o revivía constantemente su pasado, y el antes memorioso profesor, ahora vivía en una ruleta donde el presente nunca era una opción.

Una pelirroja delgada lo visitaba, alta, hermosa, con una sensualidad vulgar pese a sus cuarenta y tantos, lo acompañaba y se encargaba de él.

—Disculpe—le preguntó una enfermera,—¿Cómo se conocieron? —Aunque ella sabía que en verdad preguntaba: qué hacía allí, una mujer hermosa, joven, vital,  al lado de un cuerpo sin cerebro, que en su pregunta había un reclamo, una advertencia, ¡Aléjese ahora, aún está a tiempo, no se quede con él que está averiado! —Este hombre, ja, digamos que demostró que sabía robarse el show, y después de eso, nunca pude dejar de verlo, lo conocí así, como lo ve hoy, ensimismado— y luego dijo pícaramente mientras con sus ojos guiaba a la enfermera a su entrepierna —lo conocí así, ¡pero lleno de vida por dentro!

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