Mientras que esperaba, las palabras empezaron a aparecer en su cabeza, seis meses de silencio y venía a interrumpirse justo ahora, en medio de una sala de espera, sin un papel a la mano, sin un lapicero a la mano, y en una sala de espera. ¡Maldita sea la vida! Pensó para sí mismo, mientras intentaba seguir desenredando la historia, algo que caminaba sobre una línea delgada entre la ciencia ficción y la güevonada.
Y como las palabras se suceden unas a otras debía escuchar atentamente, para no repetir ideas, un novelista no es un caballero, no debe nunca repetirse, sino desarrollarse, pensaba: si no eres más ingenioso que el lector, no vas a poder ver a tus personajes con claridad y los harás predecible para él, y ese era el problema, sentía que ellos tenían algo que no me le habían contado aún, y eso lo atormentaba, y justo hoy que habían vuelto a hablarle, no tenía dónde escribir.
—Ya puede pasar dijo la recepcionista
—Y Javier caminó distraído, sin preguntar, con la mirada extraviada, era evidente que no sabía muy bien qué hacer. Y al ingresar al consultorio se sentó frente al médico, quién sin decir palabra le pidió que se cambiara y usara la bata que tenía sobre la camilla señalando solo con su mano. No le dio mucha importancia, se desnudó y vistió la bata, no se explicaba porqué si era una revisión de medicina laboral debía desnudarse pero estaba ocupado, la detective de sus cuentos había aparecido, la Tana tenía una misión entre manos, un caso interesante, un asesino de la mafia que era famoso por desaparecer a sus víctimas, y eso no era todo, más que solo el siguiente caso, ahora podía entender el porqué tenía que hacerlo, en su mente el panorama familiar de un padre maltratador y una madre dolida y traicionada, habían generado en ella una fractura de personalidad, y mientras que pensaba en eso el doctor dijo:
—Señor, diríjase a la camilla por favor.
—La voz del doctor sonó fría e indiferente y Javier ausente como estaba caminó pensando, la tana su familia, la personalidad fragmentada, pensando en los caos, en el mundo al que se enfrentaba, en lo que tendría que hacer, pensó en el caso de presentación, la estructura, era clara, tenía que presentarla de alguna manera, los diálogos, los comportamientos, qué tendría que hacer para que su aparición fuera contundente, notable, debía intrigar y capturar la atención, además debía presentar también la tensión de la trama, en todo esto pensaba Javier mientras caminaba con su mano izquierda sobre la abertura de la bata intentando impedir la visión de sus nalgas.
—Recuéste sobre ella con sus manos
—Los demás detectives, su relación el mundo, un enemigo, o más, cuántos precisaría, y si fuera además algo personal, no, mejor no, quizá era demasiado previsible, necesitaba sorprender a los lectores, brindarles tanta información alrededor de los casos que se concentraran en ello y no vieran los pequeños sucesos alrededor que hilaban todo, eso era, eso era lo que necesitaba, quizá también un romance, eso ayudaría a matizar decisiones, los romances siempre distraen, la gente lo sabe, la Tana lo sabe, la recepcionista lo sabe, el doctor lo sabe, eso es un romance ayudaría a distraer lo suficiente para poder sorprenderlos.
En ese momento abrió los ojos tanto como pudo, contrajo los músculos, y gritó con tanta fuerza que fuera del consultorio en la pequeña sala conjunta del médico laboral y el urólogo se sintieron aterrados.