Era metódica, para nada mística, pero había algo en sus gestos que te daba la impresión de que nunca hacía nada de forma desprevenida. Una cadencia que articulaba un movimiento con otro, cada uno enunciaba el siguiente; y no hablo de que fuera predecible, no, cada giro, cada paso te sorprendía, aunque parecía lógico, pero estaba tan bien ejecutado que más que una necesidad de desplazamiento o una comezón repentina, parecía una coreografía.
Y es blanca, blanquísima, una palidez seductora, pero no inspira pureza, por el contrario, es una pureza que querés corromper. Y uno se pregunta si con esos dedos largos sabrá tocarse para tentarte, si sus movimientos se sincronizarán así de bien al follar, de ser así debe ser increíble, resuelta, ligera, siempre sabiendo qué sigue, un paso adelante, y ningún movimiento demás, siempre la fuerza justa, la cadencia justa, cuándo lamer, cuándo arañar…
Imagino su masturbación, imagino que entra a su cuarto, siempre en un ocaso arrebolado, en esa amalgama de rosa y naranja y cierra la puerta, baja la cortina, pero no el black out, busca su canción favorita y camina desnudándose hasta al cajón con sus juguetes, cierra los ojos y con la yema de sus dedos los recorre con los ojos cerrados, siente sus pliegues, sus formas hasta humedecerse y cuando se sincroniza con uno lo toma, lo aprieta y sonríe. Se sienta y abre sus piernas, y aplica lubricante en sus dedos, lo huele, lo saborea, se humedece y baila, se contonea felinamente, su cuerpo se sintoniza, cada poro responde, cada nervio se agudiza…
Cocinando debe ser igual, cortes firmes, rápidos, coordinados, cortes enérgicos, tap, tap, tap incesante, tap, tap, tap, inclemente, tomates jugosos entre sus dedos, ajo, cebolla, impregnándola toda, tap, tap, tap diseccionando pepinos, cebollines, zucchini, toma la carne como agarrándose las tetas, con una lujuria nata. Así creo que cocina, porque así camina, así habla, así te mira, con una carita pura que promete que el paraíso está en la punta de su lengua, que el infierno está en la mitad de su entrepierna.
Es un trance, sí, te digo, nada se le iguala, cuando ella camina, Björk suena de fondo, cuando ella habla Björk canta, come to me pienso, come to me y me muerdo la boca, come to me. Y entonces ella se levanta, se despide y se aleja, y yo me quedó ahí viéndola, imaginándola bañándose, imaginándola barriendo, trapeando, imaginándola comiendo un helado, durmiendo, imaginándola, siempre así, coreografiada, ondulando su vida, sonando como un saxofón, haciéndome cosquillas en las ideas…
Y ella se va andando desprevenida de mi mirada, ella se va silenciosa tarareando su canción favorita. Porque el cielo está arrebolando, porque anaranjada la tarde pinta el firmamento y de rosa se llenan sus mejillas, y extiende sus dedos al aire y siente su textura, su forma, y lo aprieta entre las manos y se contonea felinamente y yo pienso…
Sabrá que justo así la imaginaba, dildo en mano, juguetona, sabrá acaso su cuerpo leer una voluntad tan ajena, será ese el secreto de su reino, que se gobierna solo bajo el anhelo del deseo, que su sino es el pecado soñado. Me pregunto sin poder tener respuesta alguna, sin animarme a decirlo, se voltea, me mira y sonríe, quizá, quizá, quizá, responde con una clave casi de salsa casi bolero, se relame los labios, arroja un beso y se va.
Por fortuna es una mujer de rituales, y mañana sagradamente estará de nuevo aquí, esperando a ver si el cielo se pinta.