Luís caminaba erguido, no saludaba a las enfermeras ni a ningún paciente en la recepción estaba alterado, siempre estaba alterado y nada lo distraía.
Emilio, su siquiatra sabía que sería una sesión larga, Luís no tenía nada mal, era consciente, pero su alma era muy débil, todo lo afectaba y de la ira a la depresión brincaba en cada momento, era un hombre triste, todo lo afectaba con tanta facilidad que sus crisis nerviosas iban en aumento.
—¿Todo bien Luís? —
—No, doc., nada está bien nunca, usted lo sabe mejor que nadie—
—Contame, ¿qué te pasa? —
—Todo me pasa, me estoy enloqueciendo doc., me estoy convirtiendo en mis miedos, en los personajes de los cuentos que leo, por favor enciérreme, aísleme, necesito estar lejos de todo y de todos. —
Emilio lo miraba mientras el hombre estaba acostado en el diván visiblemente afectado, le producía una lástima grandísima, Luis era demasiado sensible a la vida, y en su trastorno no distinguía entre la realidad y la ficción, pero el estar consciente de ello impedía considerarlo loco.
—Luís, tenés que entender que no puedo considerarte ni declararte loco, vos simplemente te sumís en los sentimientos de una forma que no es sana; pero no es locura, te entregás a cada momento de una manera ridícula, das un paso al frente incluso cuando sabés que hay un precipicio frente a vos, pero ese paso lo das de una manera consciente, lo sentís crecer dentro de vos y aún así caminas con la frente en alto.
— No doc., hay un punto en que dejo de ser, no sé describirlo, pero Horacio me dice que me refugie en la metafisica de las palabras, Erdosain me invita a vivir en la humillación para ser feliz, el Moteca se maravilla con todo lo que es normal, Lord Henry quiere que señale cualquier falta de astucia, Chinansky solo me pide que me tire todo, que pelee con todo, es abrumador, luego solo está la laguna y la depresión, entiéndame no soy yo, me pierdo entre ellos, me secuestran el cuerpo y viven a través de mí—
Emilio guardaba silencio, la historia de este hombre era inusual, hace mucho lo trataba por cuadros de depresión e ira, pero él juraba no recordar lo que sucedía. Lo peor es que cuando hablas con él es un tipo lúcido, inteligente si quiere, pero lleno de dudas, de miedo. Le aterra vivir una vida plana, sin fantasía, se enamora tanto de los personajes que se pierde.
—Luís, lo tuyo es exceso de imaginación y no puedo ni medicarte ni recluirte por eso, para vos lo único que puedo recomendarte es el autoconocimiento, quizá algo de yoga, pero no puedo declararte loco solo porque tenés miedo. — Luis lloraba como un niño al que se la ha negado un capricho, mordía los cojines y apretaba su rostro contra el diván.
Emilio contemplaba la escena conmovido era un niño, Luis nunca había crecido, seguía siendo un niño, confundido, aún sin definirse, sin encontrarse, en su opinión profesional todos lo son, pero el caso de Luís era diferente; crónico, era más niño que los demás.
Luís lloró el resto de la sesión, sin medirse, desde fuera parecía un lugar de vacunas y no una terapia, este niño sobredimensionado, desatendía toda lógica.
—Ya está bien Luis, sácalo todo, llora todo el dolor, todas la dudas, llora y sácate el malgenio, la frustración, llorá que las lágrimas están permitidas para los niños, llorá como una catarata inagotable, convertí el sudor en lágrimas, tu incomodidad, los nervios, llorá el corazón, el páncreas, si alguien puede hacerlo sos vos. —
Luis sorbía los mocos junto con las últimas lágrimas, estaba tranquilo y cansado, exhausto.