Sazón

— La vida tiene sabor, el tiempo aroma, y ustedes, quizá algunos, gusto. Toda su vida de ahora en adelante dependerá de eso. Dijo con una pasión extraña e impropia. El cocinero del batallón 6 era un hombre demasiado viejo para ser enérgico, pero cuando hablaba de la cocina, se aseguraba de que el sonido tuviera los ingredientes necesarios, y hablaba claro y fuerte, era inconfundible, como el sabor del jengibre.

Los reclutas que llegan a la cocina son malos luchadores, pero si vienen aquí creyendo que su trabajo consiste en pelar papas, platos y sirviendo puré, lamento decirles, bultos de estiércol, que están equivocados. La cocina es la peor de las compañías, así que, si sus padres creen que les hicieron un favor al mover sus influencias y enviarlos a este lugar a cumplir con su servicio, quiero que sepan que se equivocan.

Un soldado de infantería debe cargar con su equipo 21.8 kilogramos, ustedes deberán cargar 30 kilogramos de ingredientes para cada cena. Un marino puede aguantar la respiración 24 minutos en apnea estática, ustedes necesitarán pelar 10 kilos de cebolla. El récord en esta cocina es mucho mayor, así que para poder pasar sus días en esta aquí, deberán ser mejores que esos hijos de puta. Además, tienen todo un pelotón dispuesto a patear sus traseros si la comida no les gusta.

Nunca sabrán donde está su enemigo, el crítico idiota que ha olvidado que está en el ejército y que no hay ingredientes frescos, ni sus salsas favoritas. Sólo por eso los odiarán, aunque los extrañarán después de su primer tour y su comida empacada. Procuren sobrevivir estos tres meses. Si lo hacen, y además logran hacerlo bien, esos hombres volverán a sus casas y cuando estén borrachos y traumados reconocerán que ha sido su comida lo que los ha mantenido en pie.

Deben luchar su batalla aquí. Este es su campo de guerra, una tienda de campaña bajo este sol de mierda, sus palabras tienen sustancia, clavan en los cocineros, aquí frente a esta estación de ollas y sartenes pasarán 12 horas pelando, revolviendo, hirviendo, el calor se triplica. Aquí van a sudar más que esos hijos de perra en un tanque, así que si creen que han escapado del calor de la guerra también en eso se equivocan.

Aquí se gana la guerra. De su habilidad depende que esos bastardos malagradecidos tengan la energía suficiente para seguir corriendo cuando las balas rocen sus cabezas, es aquí donde está el verdadero reto, es aquí donde está la prueba real. El soldado mejor alimentado gana, y cuando terminen sus tours y vuelvan a casa, y vean una cocina, sentirán una mezcla extraña entre miedo y deseo, entre alegría y tristeza; una amargura dulce que los acompañará por siempre. Y Dios no lo permita, pero sentirán siempre ese deseo de alimentar a los demás, de darles algo a sus vidas, sazón chicos, sazón, ese será su legado.

Luego daba media vuelta y el vigor del discurso terminaba, envejecido como un champiñón, en el refrigerador comenzaba su retirada.

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