Fecha Límite

No es difícil escribir, pensó el redactor viendo el segundero correr en el reloj de pared, se siente un impostor, es uno de esos días, malos días, sabe que puede decir lo que le plazca, pero no quiere decir nada, no por voluntad propia, mira la hoja en blanco e imagina comienzos, buenos comienzos, de esos que le gustan, los personajes nacen casi desesperados, es como si ellos mismos estuvieran angustiados, quieren correr a estrellarse en cada martilleo de la máquina contra el papel, quieren estar en la explosión de la tinta, embarrarse, cumplirse, ellos quieren existir más allá de la posibilidad, pasar a ser un recuerdo, al menos una anécdota.

Pero él lee, arranca la hoja y la arruga, no siento lo que debería sentir, es basura piensa, aunque sabe que no es cierto, no del todo, sabe que hay potencial, pero odia esa palabra, esa promesa que a veces no se cumple, odia la esperanza que genera, le recuerda a él mismo, le recuerda sus buenos escritos, piensa que está lejos de su mejor versión, piensa, piensa y el tiempo sigue corriendo.

El olor a cigarrillo inunda la sala de redacción, los ceniceros llenos, de colillas, le recordaban que ya la hora normal había pasado, ahora todo era crítico, solo estaba el editor de emergencia, y la guarda, aún así él aún no terminaba.

—Ey, 20 minutos para la imprenta chico, muévete o tu columna irá vacía…

Vacía —pensó el redactor entusiasmado, vacía como mi casa mientras que yo estoy acá, vacía como mi billetera mientras pago la casa que permanece vacía mientras yo lucho contra relojes, vacía como el silencio de la imprenta mientras configuran la impresión, vacía como esta hoja enfrente mía, vacía como mi cabeza de ideas, todo está en blanco y con este pensamiento saltó de lleno a la máquina, aporreaba las teclas y los fierros entintados corrían a estamparse contra el papel.

La historia era simple, un publicista con un ataca de síndrome de traidor se sentaba frente a una pantalla como un televisor, mientras fumaba un cigarrillo electrónico, año 2022 sí 50 años en el futuro era suficiente, era el último en su despacho, las ideas no llegaban, el cliente esperaba, sus compañeros esperaban, el departamento de arte esperaba, sus gatos en casa esperaban, su cita en una mesa con una silla vacía esperaba y el esperaba una idea, una idea para escribir, para cumplir su trabajo y llenar ese televisor de pequeñas letras que pudieran vender cualquier cosa de su futuro estrambótico.

De repente tiene una idea, y escribe, escribe pantalla tras pantalla, sin perder el timo, sin perder el tino, escribe y sonríe, siente que está ganando, siente que el tiempo ha dejado de estar en su contra, escribe corriendo y seguro, escribe alegre.

De repente sucede, la entrega se realiza, sus jefes escuchan el cliente escucha, y él es el único que sonríe. —El trabajo es horrible, lo nota muy tarde, lo ve en las frentes ceñidas de sus jefes, en la desesperación de sus clientes, en el grito ahogado y cargado de quien lo escucha.

El no se detiene a esperar, sabe que la fecha ha llegado, que el dead line se ha cumplido, que no hay ahora escapatoria alguna, que para él no queda otra posibilidad, y camina derrotado hacia su casa vacía, hacia su cama vacía, hacia su vida vacía.

Se imprime justo a tiempo, la columna recibe cartas, hablan del futuro, tienen preguntas. Él sonríe.

Un comentario en “Fecha Límite

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s