Cotidiano

“No sos especial, al universo no le importas y el mundo puede seguir girando sin ti”

El flaco

Madrid un día de octubre del dos mil algo

Hay algo llamativo en ser extranjero, en estar lejos de casa, de las costumbres y las jergas que hacen que una persona pertenezca a un lugar, uno no es cotidiano, solo con hablar su acento rompe la monotonía, la gente gira te mira con los ojos despiertos, en busca de una especie diferente de humano, quieren encontrar un ser con una lengua amorfa incapaz desde la biología de marcar las Z, las S y las C, voltean apresurados, deseando encontrar al espécimen que ignoraron a su paso, es fácil también ver su decepción cuando se encuentran con mi imagen, no tan distinta a la de ellos, no tan extraña… sus ojos se duermen, y entonces dejan de mirarte.

Hay otro tipo de sorprendidos, los que hace mucho migraron y encuentran en tu forma de hablar, todavía originaria un golpe de la nostalgia, quizá sea solo una palabra, pero les recuerda a la forma en cómo la decía un amigo, un primo, quizá sus padres o abuelos y entonces sus ojos atemorizados por la diferencia en un comienzo se tornan emocionantes y emocionados, recuerdan algo que yo no puedo entender, pero los rompe, quizá sus juegos callejeros, sus apodos, su existencia siendo ellos, la mayoría, el decreto de la normalidad, quien nunca es el extraño, pero también los momentos felices, los sabores que allá lejos son costumbres y aquí solo recuerdos, anhelos, ellos te miran con una alegría extraña, agradeciéndote por existir, por hablar, por transportarlos a ese lugar al que pertenecieron pero donde hoy también serían extraños; el migrante nunca vuelve, su viaje lo cambia, deja de encajar de donde parte y nunca podrá hacerlo a donde llega, pero en esos pequeños momentos, es y lo agradece.

Para mí es extraño, aunque esa novedad llamativa va en doble vía, todo para mí es nuevo, no ellos, los lugareños son iguales sin importar a donde vayas, adormilados, se sienten dueños de, aunque no conocen nada de sí mismos, la historia de sus calles ni sus monumentos, para ellos es solo un lugar de tránsito, ignorar la belleza del contexto y la historia es un mandato claro del día a día, sin embargo como colectivo tiene sus costumbres, sus particularidades, sus acentos… aunque son levemente diferentes, su ropa, su forma de caminar, su noción del peligro que siempre me resulta exagerada. No crecí en medio de las balas como muestran las novelas, pero sí en un ambiente hostil y desconfiado, hay un radar natural que detecta el peligro, el real, no el infundado de la xenofobia, sino más visceral, un instinto animal que puede oler, sentir quien lo amenaza, no le temo a la imagen de los otros sino a su comportamiento; camino tranquilo entre ellos sin inmutarme.

La sensación no durará mucho, la beca es por 3 años, llegará el momento donde conoceré su inverno, su otoño, su primavera y su verano, donde aprenderé a pedir algo en algún local de cierta manera para que me atiendan más rápido, para evadir las filas, dónde comprar todo un poco más barato o conseguirlo de mejor calidad, donde doblas las esquinas, y cruzar las calles, a ignorar los andenes, los balcones tan pequeños y tan juntos… y entonces todo me será cotidiano, lo disfruto mientras tanto porque cuando pronto volveré ser otro, no tendré nada especial, el universo recuperará su rumbo y su mundo seguirá girando sin mí.

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