Otras épocas

Es costumbre y menester renegar y desdeñar de todo lo que el otro hace, dice y sueña, es una regla invisible que devela a una humanidad envejecida, cuando la moral no se le ajusta y no es capaz de aceptar lo cotidiano rehúye al atril moral, se trepa en el palco de lo políticamente correcto para distanciarse de los demás, Pensaba Jaime mientras veía como Eva gritaba a la que parecía ser una enfermera nueva, ella era una señora de manual, sí de esa que parecía haber leído, creído y entendido los manuales para señoritas, por eso debería tenerle tedio y hastío, pero entendía que era una mujer de su época, que a sus 88 años pedirle que desconociera el mundo que llevaba en la sangre y la memoria era inútil.

Era una de esas sabelotodos, como todo anciano convencido de que el camino está perdido y que no hay futuro porque el presente desdeña de su pasado, y hablaba como la gente de su edad, y como esos que se piensan moralmente superiores, dando su opinión y asumiéndola como verdad, estúpida y arrogante como solo los viejos tienen derecho a ser, porque una cosa es vivir fiel a lo que se vivió, con ellos tenía paciencia y sentía hasta ternura, aunque detestaba y no podía tolerar el mismo comportamiento en los jóvenes, ineptos y arrogantes, y aunque a veces pensaba que quizá Eva había sido también como ellos, Francia, la vecina de Eva le recordaba que no, que 10 años habían bastado para cambiar algunos dogmas, pero que era imposible lograrlo con todos… Francia era al igual que Eva mujer de otra época, pero más espabilada, y lo trataba como pocas personas, no le molestaba su condición de migrante, ni su color apanelado, para ella además era evidente que en cuestiones de cama y sábanas Jaime tenía recorrido; con ella tenía las mejores conversaciones, ella había sido catedrática de filología y magister de filosofía, Jaime juraba para sus adentros que no había hecho doctorado solo porque no había otra titulación que sonara tan similar a las dos anteriores, porque aunque flexible socialmente, era una mujer de postura definida, había estudiado, se había preguntado, había formado un criterio sustentado, y combatido a las Eva de su generación.

Las mujeres de su época decía, para referirse a Eva y sus amigas suelen hablar sin fundamentos, son sofistas que confunden la opinión con el argumento, que usan como instrumento investigativo un aplausómetro de sectores sociales, hablan solo para ser escuchadas, pero no para decir nada, no para ser tenidas en cuenta, si no fuera por ellas y las que son como ellas, esa horrible característica sería quizá solo de los políticos,  decía y se reía, “pelimoradas” así son todas esas.

A Jaime le caía bien, siempre hay que ser amigo de las personas que insultan con gracia, son inteligentes y suelen ser grandes conversadoras, lo pensaba sacando el pecho, orgulloso de su idea, dicho sea demás para él su generación no tenía mucho que celebrarse, pero el se preciaba de su “Instinto Astral” yo puedo verlo claro, verlo bien, hay que tener el ojo entrenado para ver esas cosas que la gente es, me refiero a esas que realmente son, no las que dicen ser, ni las que intentan ser, si no la sombra sobre la cual camina y se paran, son diferentes, cambian de acuerdo al ángulo que el sol los alumbre, pero eso no evitaba que tratara con el respeto esperado y la diligencia adecuada como para que incluso las mujeres como Eva no le recriminaran su caminar afeminado, ni su discurso pérfido a inciensito y chamanería, a mercurio retrógrado y mindfullnes de podcast.  

Son de otras épocas distintas decía e iba rápido a consolarlas, pero a Reina no le importaba, —Para ser un cretino alienado dijo, no se necesita edad, ni género, ni sexo, ni condición especial alguna, los imbéciles, son atemporales, mi abuela dijo al final no es distinta, y mis compañeras de la u tampoco, lo único más viejas que ellas es su falta de empatía, y lo único que está más podrido que sus cuerpos es su tolerancia. Lo dijo firme, seco, en un tono tranquilo, pero vehemente.

—Necesitás algo, puedo ayudarte preguntó Jaime conmocionado al notar que no era una enfermera.

—Que dejés de defendarlas, a ellas y a sus otras épocas.

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