La vida es tiempo, solemos olvidarlo, creemos incluso poseerlo; y la expresión ‘no tengo tiempo’ es francamente un postulado más que un cliché. Carlos recordaba ese pensamiento, se le había ocurrido por primera vez en la universidad, leyendo un libro quizá, oyendo una canción tal vez, no recordaba con precisión, pero la imagen pronto comenzó a aparecer frente a él.
Diana estaba ahí, su piel blanca, muy blanca, había olvidado lo mucho que su piel contrastaba con la ropa y lo mucho que eso le gustaba. Estaba también Rafa, con los dedos anaranjados por la nicotina, casi tanto como el pelo de Diana, había olvidado lo mucho que fumaba, y supo, aunque sentía que estaba reviviendo el momento que todo eso era real, era presente, no recuerdo. Así también se percató de que quizá ese año Rafa había empezado con esa tos que tres años más tarde terminaría con su vida; Rafa salía de la escena presente, se despedía. Quedaba a solas con Diana, ella le había dicho que la persona que más conocía en el mundo quería darle un beso, recordó que había creído que era la mejor amiga de Diana y había dejado pasar el momento, sin embargo, tenía la certeza de que esa mordida de labio, esa forma en cómo se ruborizaba mientras se lo decía había sido una señal clara y directa, y tenía la corazonada que siempre iba a arrepentirse de ese momento.
Cucú – cucú
Repicó a lo lejos, al fondo de sí mismo. En un pestañeó Diana sonrojada, Diana y su piel, Diana y su color de zanahoria desaparecieron frente a él, lentamente. Sí, era sin duda uno de sus mayores lamentos, por estar pensando en Violeta nunca pudo besar esa boquita alegre, con esa sonrisa elocuente que tiempo después notó que deseaba. Tristemente supo que la amaba cuando a través de un débil cristal y maquillaje la vio por ultima vez con los ojos cerrados, más blanca que de costumbre, pálida, fría y ausente. Esta vez era consciente del dolor que ese conocimiento traería consigo e iba a vivir momentos únicos con otras, no iba a tener más que ese primer momento con ella, ese del beso que no dio y éste en el que enterraba su amor.
Cucú – cucú
Volvió a sonar. Esta vez eran las lágrimas las que diluían la imagen y tras una corta oscuridad estaba al frente su perro, le lamía el rostro, y él abría los ojos aletargado, con la visión borrosa, con el sabor a licor en la boca, con la mente nublada y embotada. Fue en su año de divorcio, pensó, ese día fue importante, Violeta lo había abandonado, se había llevado a los gatos y lo había dejado solo. Un año después de su partida había adoptado por fin a su perro, y en ese momento, en que le lamía el rostro había por fin llorado su partida, y él había sentido por qué este ser era el mejor amigo del hombre.
Cucú – cucú
Repicó de nuevo, seco, fuerte. Ahora veía sus manos reuniendo la tierra y poniendo un pequeño collar sobre ésta. Balú, su perro, había muerto, era el día de su despedida. Fue un mal año también, justo esa época empezaba su cáncer y estuvo todo claro muy pronto.
Luz, la enfermera le había dicho —sí, es cierto, la vida nos pasa frente a los ojos cuando vamos a morir, pero no es de golpe y no es toda. Los hombres viven en promedio 84 años las mujeres 86, cada uno vive 735840 y 753360 horas respectivamente, de esas, son muy pocas las que vivimos de una manera consciente sabe, dormimos 245.280 o 251.120 según sea el caso, así que hemos perdido casi un cuarto de éstas dormidos, frente a las pantallas 26.280 horas cuando somos niños y 218.452 cuando somos adultos, lo crea o no Don Carlos son horas perdidas, muertas, y ya vamos por dos terceras partes de su vida, ¿lo entiende? Al final su vida puede irse en dos o tres momentos, donde está usted realmente presente. Cuando recordó estás palabras escuchó un cucú – cucú que venía dentro de él y se repitió 15 veces.
Cucú – cucú
Sonó de nuevo y Carlos comprendió que estaba muriendo. Que éste había sido su cuarto momento y que aún le quedaban doce. Mientras la imagen se formaba frente a sus ojos, soñó de nuevo con estar frente al Bosco, a su primer gran libro, soñó con volver a ver sus viejos, y cerró los ojos viendo un Carlos joven brindando con un amigo, por que el mundo era suyo y el futuro incierto.
Luz lo encontró con una sonrisa al amanecer. —Ha sido feliz, los que han sido felices se despiden sonriendo.